En 13 años que Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27-3-1955) lleva colaborando con José María Aznar, nunca trascendió públicamente que hubiese discrepancias entre ellos. Si hubo enfrentamientos dialécticos, como suele ser habitual, tuvieron que producirse en la intimidad. La lealtad hacia quien ahora le ha designado su sucesor ha sido total. A su talante servicial, Rajoy suma unos ademanes impasibles y serenos, muy difíciles de encontrar hoy en un contexto político de crispación (a lo sumo se le conoce algún pecado de malos modales a micrófono cerrado). O sea, Rajoy no sólo ha hecho lo que Aznar le encargó que hiciera, sino que, además, no ha perdido la sonrisa, a veces teñida de gallega ironía.

Registrador de la propiedad de profesión, hijo de un juez liberal y nieto de un abogado galleguista, Rajoy, a los 22 años, sólo tenía claro que no era marxista. Y a esa edad ingresó en Alianza Popular porque, según ha subrayado a menudo, la UCD de Adolfo Suárez tenía bastante tufo falangista, especialmente en Pontevedra, donde vivía entonces. Y a él nunca le tiró el Movimiento Nacional. Pese al citado precedente familiar, tampoco le tiró el galleguismo. El era un burguesito alérgico a hablar gallego fuera del ámbito rural y poco dado a las vibraciones sentimentales de la nosa terra. "No soy nacionalista porque para mí los derechos individuales están por encima de los colectivos y de las patrias", ha manifestado.

CARRERA EN LA AP DE FRAGA

En poco tiempo, Rajoy iba a hacer carrera en la AP de Manuel Fraga, pese a que nunca se ganó la confianza total del exministro de Franco. Diputado autonómico (1981) y diputado del Congreso (1986), fue también vicepresidente de la Xunta de Galicia (1986-87) con Gerardo Fernández Albor. Cuando quedó descolgado tras una moción de censura ganada por los socialistas y el tránsfuga Xosé Luis Barreiro, Rajoy se marcó un paréntesis para ejercer su profesión.

La etapa madrileña de aquel gallego que no acababa de entenderse con don Manuel se inició a raíz de la recomendación que Pío Cabanillas padre le hizo a Aznar. En la capital de España fue recibido con recelo por los que siempre andan con la antena puesta en las conspiraciones verdaderas y falsas. "Dijeron que si me nombraba Fraga para vigilar a Aznar --ha recordado Rajoy--; que si me nombraba Aznar para fastidiar a Fraga; que si me nombraba Fraga para librarse de mí..." El caso es que, en 1990, Rajoy fue designado vicesecretario general de organización y política autonómica del PP refundado. Aznar advirtió que Rajoy era un tipo conciliador, capaz de ayudar en las peores crisis, como el caso Naseiro (financiación irregular del PP).

Cuando el presidente tuvo problemas en la secretaría general del partido por los devaneos amorosos de Francisco Alvarez-Cascos (que acabó divorciándose y casándose de nuevo), Rajoy le tendió un cable con la mayor naturalidad, igual que ha hecho en su etapa ministerial. Nada menos que cinco carteras ha desempeñado Rajoy en siete años. Y casi siempre para tapar huecos o para apagar fuegos.

INCENDIOS SOFOCADOS

En 1996 pactó la investidura de Aznar con los nacionalistas. Cuando Esperanza Aguirre no dio la talla como ministra de Educación y soliviantó a catalanes y vascos con el decreto de humanidades, Rajoy cambió de cartera. Cuando Jaime Mayor Oreja dejó Interior para presentarse a las elecciones vascas en el 2001, Aznar le sustituyó por Rajoy, que se autodefinió "ministro para todo".

Otros dos importantes incendios que hubo de sofocar Rajoy fueron la epidemia de las vacas locas ("nuestras declaraciones sobre el problema unas veces han sido más felices y otras menos", admitió) y el Prestige. Si Rajoy no hubiese sido incombustible, se habría quemado con el barco, siendo él gallego como las costas contaminadas. Pero si el inefable ministro de la colza Sancho Rof no levantó cabeza desde que soltó aquello del "bichito que si se cae al suelo se mata", Rajoy, en cambio, ha superado aquel trance de imbecilidad calificar de "hilillos de plastilina" los chorros de toneladas de fuel. Tampoco anduvo fino al principio de la tragedia. "No es tan grave como podía pensarse --dijo--. En un mes y medio, la costa estará recuperada". Otro sin su estrella no habría podido salir chapoteando del chapapote.