El 15 de julio, la Conferencia Episcopal difundió una nota en la que se recogía la posición de la Iglesia Católica ante la proposición no de Ley, presentada por el PSOE y aprobada por el Congreso, por la que se solicita la equiparación legal de los matrimonios entre homosexuales. El Gobierno remitirá en septiembre un proyecto de Ley en este mismo sentido.

Ante ello, la jerarquía católica elaboró un documento, denominado ´En favor del verdadero matrimonio´, en el que se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo y, al tiempo, a las adopciones de niños por parte de estos matrimonios. Estos son sus principales argumentos:

Las personas homosexuales, como todos, están dotadas de la dignidad inalienable que corresponde a cada ser humano. En cuanto personas tienen en la sociedad los mismos derechos que cualquier ciudadano y, en cuanto cristianos, están llamados a participar en la vida y en la misión de la Iglesia.

Con todo, ante la inusitada innovación legal anunciada, tenemos el deber de recordar algo tan obvio como que el matrimonio no puede ser contraído más que por personas de diverso sexo: una mujer y un varón. A dos personas del mismo sexo no les asiste ningún derecho a contraer matrimonio entre ellas. El Estado no puede reconocer este derecho inexistente, a no ser actuando de un modo arbitrario que excede sus capacidades y que dañará, sin duda muy seriamente, el bien común.

Los significados unitivo y procreativo de la sexualidad humana se fundamentan en la realidad antropológica de la diferencia sexual y de la vocación al amor que nace de ella, abierta a la fecundidad.

En cambio, las relaciones homosexuales, al no expresar el valor antropológico de la diferencia sexual, no realizan la complementariedad de los sexos, ni pueden engendrar nuevos hijos.

El bien superior de los niños exige que no sean encargados a los laboratorios, pero tampoco adoptados por uniones de personas del mismo sexo. No podrán encontrar en estas uniones la riqueza antropológica del verdadero matrimonio, el único ámbito donde, como Juan Pablo II ha recordado al embajador de España ante la Santa Sede, las palabras padre y madre pueden "decirse con gozo y sin engaño".

No hay razones antropológicas ni éticas que permitan hacer experimentos con algo tan fundamental como es el derecho de los niños a conocer a su padre y a su madre y a vivir con ellos o, en su caso, a contar al menos con un padre y una madre adoptivos, que sean capaces de representar la polaridad sexual conyugal. La figura del padre y de la madre es fundamental para la neta identificación sexual de la persona.

Si el Estado procede a dar curso legal a un supuesto matrimonio entre personas del mismo sexo, la institución matrimonial quedará seriamente dañada. Fabricar moneda falsa es devaluar la verdadera. El reconocimiento jurídico de las uniones homosexuales constituiría un error y una injusticia de negativas consecuencias para el futuro de la sociedad.