El rico más rico, o uno de los más ricos del mundo, el austriaco Dieter Mateschitz, el inventor de esa bebida que reconforta y te da la fuerza de un toro rojo, lo eligió para edificar su reino en la F-1. Y lo hizo porque se lo recomendó su gurú del asfalto, Helmut Marko, que no se avergüenza de sentarse, siempre, siempre, junto a su niño mimado, Sebastian Vettel, alemán, de 23 años, para demostrar sus preferencias y la de su jefe, y la de todo el equipo, por el heredero, dicen, del mismísimo Michael Schumacher. Pues bien, ese chico que lo ha tenido todo, todo, para convertirse hoy en el campeón del mundo más joven de la historia, se ha complicado la conquista por sus errores de pilotaje.

Vettel, velocísimo y, sí, con una capacidad innata para ser rápido y pilotar al límite en cualquier condición, ha liderado nueve veces la parrilla de salida y solo ha sido capaz de ganar cuatro carreras: Mañasia, Valencia, Japón y Brasil. Es evidente que, si lograr la pole en un gran premio es tener ganada más del 50% de la carrera, alguien debería de reprocharle a Vettel que, contando con el mejor coche ("el Red Bull", dijo Alonso, el pasado jueves en Abu Dabi, "es el mejor F-1 que se ha hecho en la historia"), teniendo a su lado el mejor equipo y siendo el preferido de sus jefes, no haya sido capaz de llegar al circuito de Yas Marina con el título ya en sus manos.

Grandes premios: 61. ´Poles´: 14. Victorias: 9. Podios: 18. Títulos: 0.