Ya ha anunciado que estas serán sus últimas elecciones municipales, porque cuando acabe la próxima legislatura abandonará la primera línea de la política activa. Quiere desarrollar en los próximos cuatro años algunos proyectos que no ha podido concluir en su primera legislatura como alcalde, un cargo que ahora pretende revalidar.

--¿Qué razones tienen los emeritenses para confiarle su apoyo otros cuatro años?

--Los ciudadanos de Mérida son gente inteligente y saben que en el periodo más duro para un ayuntamiento, en el que han descendido los ingresos un 54,43%, y las licencias de obra un 73% saben que este equipo de Gobierno ha normalizado la vida política de la ciudad. Aquí no ha habido broncas hasta que no han llegado estos otra vez. Hemos duplicado el número de guarderías, de centros de mayores, de centros de día; hemos hecho accesibles las calles del centro; arreglado Proserpina, hemos comprado una ciudad deportiva de carácter público. Hemos puesto Mérida en el centro del interés nacional, con el partido de fútbol de la selección española o la cumbre de ministros de agricultura. A nuestra ciudad se la ha conocido por lo que es y no por escándalos de ningún tipo. Y los ciudadanos saben que eso lo hemos hecho en una época de especial dificultad. Por tanto, haciendo un pequeño ejercicio intelectual, esos mismos ciudadanos pueden llegar a la conclusión de qué seríamos capaces de hacer cuando la situación económica mejore.

--¿Y cuál es su receta para reactivar la economía?

--Mi receta se encuentra en el marco del acuerdo que firmamos con todos los empresarios y sindicatos hace un año y medio, en el que no estuvo el PP, a pesar de que se le esperó y se le aceptaron todas sus propuestas, y al final, por una cuestión partidista de poner el interés de su partido por encima del de la ciudad no estuvo. Ahí vienen esas recetas, que son acuerdos. Entre ellos ofertar 100.000 metros cuadrados de suelo para generar empleo y riqueza, y primar aquellos proyectos urbanísticos que más empleo generen; fraccionamiento de impuestos a los empresarios; reducir un 25% la tasa de apertura; conceder licencias para actividades no clasificadas en 24 horas, entre otras.

--Ha dicho que va a llevar estos compromisos ante notario. ¿Es que el programa electoral es papel mojado?

--No. No es papel mojado, pero la gente lo interpreta como tal. Si nosotros elevamos nuestros compromisos a escritura pública, eso significa que nuestros compromisos se tienen que cumplir obligatoriamente. Eso tiene un valor simbólico, es un gesto, pero es un gesto que es muy necesario en una época en la que los políticos estamos tan desprestigiados, y somos el tercer problema para los ciudadanos. No son momentos de regalar los oídos a nadie prometiendo cosas que no se pueden cumplir, o prometiendo cada cuatro años que va a traer un Corte Inglés, cuando todos sabemos que El Corte Inglés no tiene ni el más mínimo interés por venir a Mérida.

--¿Se refiere usted también a la propuesta del candidato del PP del parking en la plaza de España?

--Desde el punto de vista del tráfico los técnicos desaconsejan un aparcamiento en la plaza de España porque puede causar un mayor embotellamiento. Lo que hay que hacer en el centro es hacerlo cada vez más paseable, haciendo compatible su uso por los discapacitados, los residentes, los profesionales de la carga y descarga. Los aparcamientos hay que hacerlos en la periferia. Esto no es una solución, tampoco desde el punto de vista comercial, ni técnico, y sobre todo va a tener un enorme inconveniente desde el punto de vista arqueológico. Da la impresión de que van a meter dentro del parking a los 7.000 parados para resolver el problema del desempleo, porque otra cosa no se me ocurre.

--Acedo se ha comprometido a dejar gobernar a la lista más votada. ¿Haría el PSOE lo mismo?

--Nosotros siempre hemos dicho que la política es la posibilidad del pacto y del acuerdo. Lo que no voy a hacer es pactar con formaciones que cambien los ejes fundamentales de mi programa. Si se pueden llegar a acuerdos sin cambiar estos ejes ¿por qué no? Siempre que sean alianzas normales y naturales.

--Algunos ya han dicho que se van a poner duros a la hora de sellar pactos.

--Y nosotros también. En las campañas muchas veces se dicen cosas que luego, a estos efectos, no son tan reales. Todo el mundo se va a poner duro defendiendo sus programas, pero yo aspiro a lograr una mayoría suficiente para gobernar. Y creo que vamos a ganar las elecciones porque nos lo hemos merecido en un momento durísimo de trabajo.

--¿Teme a la dispersión del voto de izquierdas?

--A la gente se le va a hacer una pregunta muy concreta: ¿A quién quieres de alcalde, a Pedro Acedo o a Angel Calle? Que son los únicos con opciones de gobernar. Y la gente creo que tiene fácil la respuesta. Aquí estamos hablando de decencia o abusos, de respeto o crispación, de tolerancia o de insultos. De defender lo de todos, por ejemplo en el reparto de la publicidad en los medios, o defender lo de unos pocos y un tinglado económico, como una Operación Malaya como tenían montada en Mérida con empresas al frente de las cuáles había hombres y mujeres de paja, algo que no se ha desmentido, para conseguir fondos del ayuntamiento para sus negocios privados.

--¿De verdad van a ser sus últimos cuatro años en el ayuntamiento?

--Con toda seguridad.

--¿Está usted cansado de la política?

--No. Lo que ocurre es que uno llega a una edad en la que ve que sus sueños se han visto cumplidos, que en estos cuatro años se pueden avanzar en proyectos fundamentales, como la red de abastecimiento de aguas, terminar el cine Maria Luisa, una mayor conjunción del centro con las barriadas o desmantelar la línea férrea. Y lógicamente aquí hay que renovarse y lanzar a gente nueva.

--¿Tanto si gana como si pierde?

--Pues supongo que sí. Aunque aquí estas decisiones muchas veces no son solo mías.

--¿Y si tuviera que decidir usted quedarse cuatro años en la oposición llegado el caso?

--No tendría ningún inconveniente. Pero aquí sí que la frase tópica es cierta: es lo que te diga el partido, porque a lo mejor interesa que otra persona vaya cogiendo cancha.