El conjunto arqueológico de Mérida, fundamentado en sus restos romanos con más de 2.000 años de historia, pero también por sus vestigios árabes, fue declarado Patrimonio Mundial (actual definición de Patrimonio de la Humanidad) en el año 1993, en un año en el que compartió esta distinción con la declaración de Guadalupe. Desde entonces muchos han sido los beneficios que ha recibido, especialmente en cuanto a la promoción en el exterior de monumentos como el teatro o el anfiteatro romanos, sus dos puentes, los acueductos y su Museo Nacional de Arte Romano, pero también para compartir experiencias con ciudades de los cinco continentes. El alcalde de Mérida, Angel Calle, sostiene que pertenecer a este selecto grupo es "además de un honor, una gran responsabilidad, porque desde ese momento la ciudad debe hacer frente de forma escrupulosa a cualquier modificación que se produzca". No obstante, asegura que "todo son ventajas", porque la ciudad se le abren "unas posibilidades inmensas de desarrollo turístico y comercial, pero también de mestizaje cultural". No en vano, solo en este último año los técnicos de turismo de Mérida han tenido la oportunidad de viajar a ciudades de países tan lejanos y diferentes como Japón, Noruega, Dinamarca, Alemania, Italia, Canadá o Estados Unidos con un fin primordial: "para promocionar nuestro producto".

Calle sostiene que localidades como Plasencia y Trujillo, así como el Parque Nacional de Monfragüe merecen que sus monumentos, conjuntos patrimoniales y paisajes entren a formar parte de este club . El alcalde de la capital extremeña va incluso más allá, porque dice que es de los que piensan que "Extremadura entera debería ser declarada Patrimonio Mundial, porque cuando sales por ahí es cuando te das cuenta de su enorme belleza y de las enormes diferencias que conviven en Extremadura", afirma.