España, tras 24 horas angustiada por la baja de Pau Gasol, se convirtió al cabo de tres minutos de comenzar el partido, en un angustioso rival para Grecia. Dominó todos los ataques helenos a través de su defensa, convirtiéndose en una auténtica pesadilla para los tiradores y pivots rivales. El espíritu de equipo, ya patente durante todo el campeonato, se vio reavivado, si cabe aún más, por tener que sobreponerse a la baja del líder.

Los chicos de la ´roja´ dieron toda una lección de estrategia. Fantástico Pepu en la estrategia defensiva. Fantásticos Garbajosa y Navarro en el descaro y acierto. Fantásticos los minutos del despegue protagonizados por Cabeza y Berni Hernández. Sin lugar a dudas, la tripleta malagueña ha sido un pilar fundamental.

Los dos capitanes de sus respectivos clubs (Jiménez y Berni) han sabido transmitir, tanto dentro como fuera de la pista, lo que significa ser un jugador de equipo, atentos siempre a hacer el trabajo sucio (limpio y eficaz), poner su mejor espíritu al servicio del equipo, pendientes siempre de los pequeños detalles. No podemos olvidar, sin lugar a dudas, la presencia de otro gran espíritu, protagonizado por Pepu, durante toda su vida en un club con un espíritud diferente, significado, buscando siempre lo mejor para el club, teniendo que sobreponerse a venta de jugadores, mejoras.... ese espíritu de equipo se ha visto reflejado.

Yo, que soy un amante de buscar un más allá de cada cosa, creo en la forma de cohesión. Cada equipo tiene su alma y ésta, con tantas estrellas, tiene vida propia y ha hecho al equipo más fuerte. Después del campeonato, siempre hay candidatos a atribuirse el mérito. Unos, el buen momento del baloncesto nacional; otros, la política deportiva. El campeón del mundo ha sido España. Y punto.