Hace casi dos años y medio, la vida de Francisco y María (nombres supuestos) dio un giro radical. Entonces Francisco frisaba los 70 años y su mujer tres menos. Una tarde él comenzó a sentirse mareado y luego perdió por completo el conocimiento. Trasladado al hospital, se le diagnóstico un ataque cerebral que, además, le repitió horas después.

Semanas después, y tras bordear la muerte en alguna ocasión, Francisco recibía el alta hospitalaria. En ese momento no podía ni mantenerse sentado si no era sujeto por correas y tenía el cuerpo prácticamente paralizado. Comenzó entonces una larga cuesta arriba para él y para ella, donde María destaca "la soledad", ya que únicamente recibió ayuda de los familiares más cercanos, mientras que la Administración no prestaba colaboración.

De este modo, cuando Francisco recuperó la suficiente fuerza como para mantenerse en una silla de ruedas, gracias a meses de rehabilitación a 12 euros la sesión, se planteó la posibilidad de adaptar la vivienda ampliando pasillos y puertas, pero el coste de la obra resultaba inasumible en ese momento y la decisión fue manejarse lo mejor que pudiesen y esperar a ver si la situación mejoraba. Si no mejoraba, ya se vería qué hacer.

Lo que sí hubo que afrontar sin más remedio fueron gastos como una cama regulable, la silla de ruedas, una rampa para que la silla de Francisco pudiese superar los escalones hasta el patio, la adaptación del baño y otros elementos, que rondaron los 6.000 euros.

Igualmente tuvieron que afrontar desembolsos --contando sólo con la pensión de él-- como la rehabilitación (los 12 euros diarios ya mencionados), terapia ocupacional (15 euros por hora) para que Francisco volviese a aprender a escribir o la contratación de una asistenta que acudía a determinadas horas a ayudar a María a movilizar a Francisco.

24 horas pendiente

Sin embargo, lo más duro no fue afrontar los gastos, sino el cambio de vida. "Al principio fue lo más complicado: había que vestirlo, asearlo, darle de comer... todo. Luego el fue ganando poco a poco movilidad, pero aún así necesita alguien que esté pendiente, porque hay determinadas cosas de la vida normal para las que necesita ayuda, como levantarse y sentarse, entrar en la ducha, moverse por algunos lugares, etcétera", explica María.

Además, y vista la falta de apoyo por parte de la Administración, se pregunta qué pasaría con Francisco si a ella le ocurriese algo.

Valora lo ocurrido como una limitación "del 70%" respecto a lo que era su vida anterior. "Dependemos de otros para salir por ahí con los amigos, porque él --aunque ya camina apoyado en un bastón-- se cansa muy rápido. También para ir y venir, porque no puede conducir", explica María y agrega: "Además, aunque ahora ya le puedo dejar un rato para ir a la compra o a donde sea, nunca estoy tranquila, y siempre voy acelerada pensando en que le pueda ocurrir algo cuando no esté".