En el momento más complicado de su carrera política, José María Aznar no se siente arropado ni por su propio Gobierno. El viernes, en la reunión del Consejo del Ministros, el presidente riñó a un sector del Ejecutivo por no dar la cara ante la sociedad para justificar el apoyo de España a la guerra de Irak. Según fuentes gubernamentales, Aznar no personalizó la reprimenda en ningún ministro, pero fueron muchos los que se dieron por aludidos.

A puerta cerrada, el presidente atribuyó la soledad que padece el Ejecutivo a su incapacidad para trasladar sus mensajes a la opinión pública, una queja que ya había expuesto en privado al vicepresidente Mariano Rajoy. El 31 de enero, antes del estallido del conflicto y de las grandes movilizaciones contra la guerra, Aznar ya adoctrinó a los ministros para que justificaran la necesidad de atacar a Irak en defensa de la paz y la seguridad mundiales.

TIEMPOS DIFICILES

El pasado viernes les reiteró las mismas órdenes, pero acompañadas de advertencias. Explicó el presidente que, como la contienda se prolongará más de lo deseado y en los medios de comunicación abundarán las imágenes de víctimas civiles, el Gobierno deberá redoblar sus esfuerzos para mitigar su aislamiento social. Por ello ordenó a los ministros que salgan a la palestra para defender el apoyo español a EEUU, y les recriminó que hasta ahora, salvo excepciones, la mayoría haya preferido guardar silencio.

En razón de sus responsabilidades, sólo cuatro ministros están llevando la voz cantante respecto a la guerra de Irak: Rajoy, en tanto que portavoz del Gobierno; Ana Palacio y Federico Trillo, como responsables de Exteriores y Defensa; y Javier Arenas, más en su condición de secretario general del PP que de titular de Administraciones Públicas.

Salvo Josep Piqué, extitular de Exteriores, el resto ha procurado orillar este espinoso asunto. Fuentes del Ejecutivo reconocen que el silencio más clamoroso ha sido el de Rodrigo Rato, el único que se declara dispuesto a suceder a Aznar. El vicepresidente viene centrándose en publicitar el aspecto menos belicoso de la participación española en el conflicto: la ayuda humanitaria a Irak.

Junto al desgaste electoral del PP, el segundo foco de preocupación para el Gobierno es la parálisis de su actividad legislativa. Fuentes del Ejecutivo reconocen el profundo malestar de muchos ministros que, tras haber confeccionado ambiciosos planes sectoriales por orden de Aznar, ahora, a causa de la guerra, no logran rentabilizarlos ante la opinión pública.