Periodista

Las comparaciones son odiosas, pero estudios documentados con datos sirven para aclarar ideas y para poner las cosas en su sitio. Te proporcionan una radiografía para hacer un diagnóstico, que será más o menos certero según la honestidad de quienes utilicen esos datos que, como todos saben, se prestan a múltiples lecturas, pues la realidad siempre es más compleja que un compendio de parámetros y estadísticas.

En el informe de La Caixa, Badajoz, ni la región en su conjunto, queda bien parada. Refleja una situación puntual sobre aspectos concretos y referidos a la media provincial. No contempla la historia, el punto de partida o el inconsciente colectivo, que por otro lado serían difíciles de evaluar. Sin embargo, el nivel de convivencia, participación social y salud son de los mejores.

En Badajoz, extensa provincia poco poblada, todo se complica porque todo cuesta mucho más, acostumbrados a medir la rentabilidad en términos económicos. Una cosa es la media provincial y otra, comparar una ciudad de 150.000 habitantes, la mayor de Extremadura, con el resto. Esa media no refleja la realidad pacense.

El Badajoz que a principio de los 60 seguía siendo la plaza fuerte fronteriza que siempre fue para contener al invasor, con militares, funcionarios y el comercio y los servicios precisos para mantenerla, hoy se acerca más a las ciudades de tamaño similar y mayores que al mundo rural.

Badajoz creció con una migración interior en busca de un futuro que la dictadura le negó, quizás por lo que le costó tomarla. Y eso sigue en el inconsciente colectivo. Pero con la universidad y la democracia, pierde el pelo de la dehesa para ser urbana. Hoy, todo es apasionantemente esperanzador y desesperadamente lento. Al menos para lo que puede ser como mesópolis fronteriza, urbana y en marcha, con una sociedad civil activa, una infraestructura de ocio y de servicios en alza, una oferta cultural mejorable, pero sin parangón en ciudades de su tamaño, que la permitiría optar a la capitalidad cultural. Sus parques, sociedades y asociaciones culturales, un casco antiguo por fin retomado, su río, unas relaciones encomiables por Portugal, museos, grandes superficies, aeropuerto, etc. Pero aún falta la ronda sur, dos puentes, accesos desdoblados, autovías a Cáceres y Zafra, cerrar y ordenar urbanísticamente la ciudad, acabar con la marginación y la pobreza, homogeneizar el nivel de los barrios, más y mejor educación y más atención a los niños. En fin, lento, pero esperanzador.