Bebía siempre a escondidas e incluso a veces se tapaba la nariz porque lo que le gustaba no era el alcohol en sí, sino lo que provocaba en su cuerpo y en su mente. «A veces ni comía para que me hiciera más efecto. Bebía para anestesiarme del agobio y el estrés. Era una manera de estar a gusto», reconoce Mª Ángeles Grande, enferma alcohólica rehabilitada. «Empecé poco a poco y poco a poco también se fue apoderando de mí». Se estaba metiendo en una vida que detestaba y que ya conocía de cerca. «Siempre lo odié por la infancia que tuve por el alcoholismo de mi padre». Así que su lucha interior era aún más dura.

Mientras bebía y luchaba, ella seguía cumpliendo con su trabajo. «Siempre cumplí, aunque muchos días iba con mal cuerpo y deseando salir del trabajo para poder beber». Y siempre se agarraba a la botella a escondidas. Pero su familia empezó a darse cuenta de que algo no iba bien. Fueron sus hijos y sobre todo su hermana los que le hicieron ver la luz. «Me obligaron a ir al médico y me puso un tratamiento, pero me lo saltaba cuando quería porque me daba miedo dejar de beber, necesitaba beber», recuerda. «Pensaba que esa era la vida que me había tocado y no quería dejar de beber porque no sabía cómo afrontar los problemas que me habían llevado hasta ahí».

Un mes después volvió a la consulta de aquel médico especialista en la adicción del alcohol acompañada de su hermana. «Me dijo que además del tratamiento farmacológico tenía que asistir a unas terapias». No lo sabía entonces, pero esa ayuda que le prestaron en la Asociación Alrex de Don Benito le abrió los ojos. «La primera vez que fui allí a la terapia salí muy motivada. Mi familia se fue relajando al ver que iba mejorando, aunque esa mejoría fue solo temporal».

A los dos años volvió a refugiarse en el alcohol. «Había dejado las terapias porque me di cuenta de que todo el mundo estaba a gusto menos yo». Estuvo todo un mes bebiendo de nuevo, pero un día volvió a Alrex, se reincorporó a la terapia y ahí empezó su verdadero cambio. «El médico me dijo que tenía que hacer un ingreso y la cabeza me hizo ‘clic’. Empecé a pensar que era mi problema, que necesitaba mi trabajo y desde ese día hasta hoy».

Lleva cinco años y medio sin beber alcohol y ahora es, además, es la vicepresidenta de Alrex Don Benito y una de las personas que presta ayuda a quienes han pasado por su misma situación. Mª Ángeles supo salir del pozo en el que encontraba, pero reconoce que no fue nada sencillo. «Me costó rehabilitarme, le tuve que echar bastante coraje, pero gracias a la asociación de Don Benito, a los compañeros y a los buenos profesionales que tenemos, conseguí alejarme del alcohol».

Su experiencia ya es en sí mismo un mensaje de esperanza para quienes ahogan en las copas sus problemas, pero ella insiste: «Nada en la vida es fácil, dejar el alcohol no lo es, pero se consigue. Mi abstinencia no me la regalaron en una tómbola, todo ha sido a base de esfuerzo, de ir encontrándome bien conmigo misma, de superar las cosas día a día. No seré una persona importante, pero soy importante como persona».