Cuando arrancó el plan de empleo recién concluido, en Extremadura había menos de 376.000 personas trabajando, mientras que más de 77.000 querían acceder a un empleo pero no podían. Al terminar el plan el número de extremeños con un empleo superaba los 410.000, y la cifra de parados había bajado a menos de 71.000. Por sexos, en el periodo de referencia el número de varones con trabajo había crecido en 11.000 personas y el paro entre los hombres cayó en 7.000 personas. Mientras, entre las mujeres se crearon más empleos, casi 24.000, pero el desempleo casi no varió y se mantenía en 42.000 personas.

De este modo, los hombres ocupaban a final del 2007 dos de cada tres empleos y había el doble de mujeres que varones en el paro.

La parte positiva que marcan estas cifras es que durante la vigencia del plan se generaron en la región más de 34.000 puestos de trabajo nuevos, casi 9.000 por año.

La parte negativa es que este avance no sirvió para recortar distancias con la media nacional. En mayor o menor medida, todos los indicadores (actividad, ocupación y paro) evolucionaron en menor medida que la media española y las distancias se incrementaron. Especialmente significativas han sido los epígrafes que aluden a la mujer: la brecha en tasa de actividad creció cuatro décimas, pero en ocupación el incremento de esta brecha fue de casi dos puntos, igual que ocurrió en tasa de paro, donde se ronda un diferencial entre Extremadura y España de casi 11 puntos.

Por ello, uno de los objetivos del plan firmado ayer es afrontar específicamente este problema. La meta final es que las medias extremeñas se aproximen a las medias españolas.

Para ello, y sobre la hipótesis de que la situación en España no variase sobre el panorama actual, Extremadura tendría que incorporar a 51.000 personas a su mercado laboral, y crear al menos 76.000 empleos nuevos.

Este avance, precisamente por la brecha que se observa ahora, debería beneficiar de manera especial a las mujeres. Así, en actividad se debería pasar de 194.000 personas a 222.000, esto es, que hubiese 28.000 mujeres más con expectativas de lograr un empleo. En cuanto al número de ocupadas, tendría que pasar de 152.000 a más de 197.000, lo que significa que de los 76.000 nuevos empleos creados, 46.000 tendrían que ser para mujeres. Con ello se lograría que el paro cayese hasta las 21.000 mujeres, una cifra muy similar a la que tendría que alcanzarse en el caso de los varones, pero que es la mitad del paro que ahora soporta el colectivo femenino.

Desde el punto de vista sectorial, la convergencia pasaría por un importante trasvase de trabajadores del campo hacia la industria y los servicios, con el fin de equilibrar las cifras.