En las horas más bajas de su presidencia, George Bush ha optado por refugiarse en sus leales ultraconservadores. Para complacerlos hizo pública ayer la nominación de un radical de derechas, el juez Samuel Alito, para la vacante en el Tribunal Supremo que dejará la juez moderada Sandra Day O´Connor. Bush hizo el anuncio sólo cuatro días después de tener que encajar la retirada de Harriet Miers, su elegida anterior para el puesto, por el rechazo de los ultras.

Los demócratas se apresuraron a sacar el hacha de guerra contra Alito. "El Senado deberá averiguar si el hombre que reemplaza a Miers es demasiado radical para el pueblo estadounidense", advirtió el jefe de la minoría demócrata en la Cámara, Harry Reid.

OPOSICION ACERRIMA "Al menos el presidente se peleará ahora con sus oponentes políticos y no con sus amigos", comentó el activista conservador Gary Bauer, que se opuso ferozmente a Miers. La ultraderecha arremetió contra esta antigua abogada personal del presidente --que nunca había sido juez-- por su falta de credenciales, que impedían certificar su conservadurismo. También denunció al presidente por haber caído en el amiguismo al seleccionarla. Alito "tiene más experiencia judicial previa que ningún nominado al Supremo en los últimos 70 años", recalcó ayer Bush, para marcar las diferencias con Miers.

De hecho, el nominado lleva 15 años como juez en el Tribunal de Apelaciones del Tercer Circuito, en Filadelfia, donde le colocó George Bush padre. Con 55 años, católico y casado, el juez Alito no ha dejado duda alguna de su preferencia por limitar el derecho al aborto respaldando, por ejemplo, que las mujeres casadas tengan que notificar a sus maridos que van a poner fin al embarazo.

La selección de Alito augura una feroz batalla en el Senado para su confirmación en el cargo. Aunque los republicanos tienen la mayoría en la Cámara, con 55 escaños, la oposición demócrata podría intentar bloquear el nombramiento con tácticas dilatorias.

El rápido anuncio de esta nominación constituye el primer paso de la operación Remonte, con la que el mandatario intenta recuperar la popularidad que ha perdido a cuenta de la desastrosa guerra de Irak, la caótica respuesta gubernamental al huracán Katrina , y el caso Plame.