Pablo Martínez se acercó al Hospital Ramón y Cajal desesperado en busca de su hijo, de 20 años, que viajaba junto a su novia en el avión siniestrado. Pero ninguno de los siete heridos ingresados en este centro respondía a sus características. La búsqueda de familiares se repitió a lo largo de la tarde en cinco centros hospitalarios, a los que fueron derivados inicialmente 20 heridos. Uno de ellos, de 25 años, falleció antes de las diez de la noche, mientras otros cuatro seguían sin identificar. El dolor también se extendió al Palacio de Congresos de Ifema y al aeropuerto de Las Palmas.

Entre los heridos que viajaban en el avión figuran tres niños. Uno, de 7 años, que fue ingresado en el Ramón y Cajal, reside en Las Palmas y regresaba con su hermano de pasar unos días en Madrid. Sus tíos desconocían el paradero del hermano. Los otros dos menores permanecen en La Paz y el Niño Jesús.

La mayoría de los lesionados llegaron en ambulancias, uvis móviles y dos helicópteros, sin ropa y con hasta el 80% del cuerpo carbonizado, lo que dificultó la identificación. "Espeluznante", resumió el conductor de una ambulancia del Samur tras dejar a un herido.

El trasiego de familiares coincidió con grupos de personas que acudieron para donar sangre. Nada más conocerse la tragedia, se aceleraron algunas altas hospitalarias para acoger a los heridos del accidente.

"Todo apunta a una clara negligencia porque el avión tenía algún fallo y no quisieron cambiarlo", aseguró con cierta cólera Fernanda Palomero, madrileña de 42 años, hermana gemela de Herminia, ingresada en el Ramón y Cajal. Su hermana le llamó sobre las 13.05 horas desde dentro del avión diciéndole que el vuelo se retrasaba por problemas técnicos, ya que "se había encendido una luz roja". Una hora más tarde, le volvió a llamar y le explicó que ya iban a partir, pero que no habían cambiado el avión. Esta superviviente viajaba en la parte delantera del avión en compañía de su marido, que también resultó herido grave, y de la futura cuñada, en paradero desconocido.

PROTOCOLO DEL 11-M Las escenas de familiares desorientados se repitieron anoche en el pabellón 8 del Ifema, donde les atendieron 80 psicólogos y trabajadores sociales. El pabellón 6 se convirtió en improvisado tanatorio, como durante el 11-M. Las autoridades activaron este protocolo y distribuyeron la estancia en tres apartados: uno como depósito de cadáveres, otro para autopsias y un tercero para las pruebas de ADN. Los forenses estiman que el proceso de identificación será largo, complicado y lento. Podría llevar una semana, debido al estado carbonizado de muchos cadáveres.