Más gente. Otra vez millares de personas han ocupado la calle para reiterar que no quieren una guerra hecha en su nombre. Han sido menos que el 15 de febrero, pero haría mal Aznar en interpretar que lo peor ya ha pasado. La indignación se ha instalado en los hogares, en los trabajos, en los bares, y amenaza con quedarse adherida ahí, contumaz como el chapapote, hasta el día de las urnas.Para

Aznar, el punto muerto de esta semana ha sido un calvario. Atrapado en la madeja diplomática de la ONU, la cumbre de hoy puede ser el pistoletazo de salida para la acción militar. Caiga quien caiga. Mejor esto que seguir recitando, con la aplicación que antaño dedicó a la lista de los reyes godos, la sonrojante cantinela de los tiranos que precedieron a Sadam : Hitler, Stalin, Milosevic... (Curioso olvido el de Franco ). Tal como están las cosas, a Aznar sólo le queda rezar para que la guerra sea rápida y limpia, sin sangre que salpique el televisor. Y confiar en la desmemoria.