"El pueblo que tenga el almacén va a estar en una zona con mucha contaminación radiactiva. Y si hay una accidente se verá arruinado medioambientalmente para toda la vida". Carlos Bravo es tan poco partidario de la construcción de un ATC en España como del proceso que se está siguiendo para elegir su ubicación. "Está siendo esperpéntico", sostiene.

--Catorce candidatos para albergar el almacén de residuos nucleares, ¿esperaba tantos?

--Teniendo en cuenta que hay más de ocho mil municipios en España, no parece precisamente que haya habido bofetadas, como auguraba el Ministro de Industria. Todo el mundo contaba con que iban a presentarse Yebra y Ascó, municipios del entorno de Zorita y Ascó, que ya la AMAC (Asociación de Municipios en Areas con Centrales Nucleares) había pactado con el ministerio. Lo que ha pasado es que en Castilla-La Mancha, tanto el PP como el PSOE han dicho que no quieren el cementerio nuclear en esta región, y en Cataluña la candidatura de Ascó ha sido rechazada también por la Generalitat. Por eso, ambos municipios se han quedado con muy pocas posibilidades de sacar adelante sus candidaturas y entonces Enresa ha buscado otras alternativas. Hay una serie de pueblos, y sus alcaldes lo han reconocido públicamente, que trataron con Enresa, que les indujo a presentarse. Incluso les recomendó que aprobaran en pleno previamente la candidatura y luego le explicaran a sus ciudadanos lo que habían hecho. En la mayor parte de los sitios, Albalá incluido, las candidaturas se han presentado el jueves por la tarde o el viernes, cuando ya no había tiempo de reacción, ni de generar un debate, ni de informar a la gente. El proceso ha sido realmente lamentable. En ningún caso ha habido un debate real.

--¿Cómo valora la forma en la que se ha gestado la candidatura de Albalá?

--No tengo ningún dato concreto, pero al ser una zona con unas antiguas minas de uranio, la cosa huele un poco a Enresa. A partir de la llamada de un supuesto periodista, de la noche a la mañana, y convocando un pleno cuando ya estaba acabando el proceso. Todo parece bastante sospechoso. Es razonable pensar que ha sido una inducción directa o indirecta por parte de Enresa, como ha sucedido en otros pueblos. La decisión se ha tomado de forma totalmente antidemocrática. Luego, el alcalde ha dimitido, lo que nos parece razonable porque como médico tiene que conocer perfectamente cuáles son los efectos de la radicación. Y ahí se va a acumular muchísima radiación. Haciendo un cálculo grosero, será muchos centenares de veces más radiactividad que la que se escapó en Chernóbil. Lo que también nos parece inmoral es que el ministerio y Enresa se hayan dedicado a tratar de tentar a los alcaldes ofreciéndoles el oro y el moro, con compensaciones económicas y de puestos de trabajo por tener el almacén.

--¿Qué posibilidades reales cree que tiene Albalá de ser elegido?

--Todo estaba previsto para que fuera Ascó, pero la situación política en Cataluña es tal que ha obligado a Montilla a decir que no, lo que puede paralizar la candidatura. Todas las miradas apuntan ahora a otros municipios, entre ellos Albalá. La Junta de Extremadura ha dicho con claridad que se opone, con lo que estaríamos en una situación como la de Castilla-La Mancha. Si hay un verdadero rechazo, como el que está mostrando Barreda, la cosa tendrá pocos visos de prosperar. La candidatura dependerá básicamente de la actitud que tome la Junta. Al final, el almacén va a ponerse donde menos oposición haya por parte de la gente, los pueblos del entorno, las diputaciones y, por supuesto, del Gobierno autonómico, que lo puede paralizar.

--¿Qué riesgos considera que traería la construcción de un ATC?

--En primer lugar, además de los riesgos propios del almacenamiento y del transporte, hay un tercer aspecto que se ha tratado de ocultar a la gente, y es que lo que se pretende instalar no es solamente un almacén de residuos, sino también un centro de experimentación nuclear. Lo que llaman ellos, eufemísticamente, centro tecnológico asociado. Este centro tiene un reactor en el que se desarrollarán experimentos nucleares, por lo que tiene todavía más riesgos que uno comercial. Además, generará una serie de procesos muy contaminantes. En cuanto al transporte, los residuos llegarán por carretera o ferrocarril a una velocidad muy lenta, porque los contenedores tienen una resistencia pequeñísima. Por ejemplo, en un choque frontal de uno de estos camiones con otro vehículo similar, si la suma de las velocidades es de más de 50 kilómetros hora, pueden romperse. Luego, en caso de fuego, no resisten más de media hora a 800 grados centígrados, y ha habido muchos fuegos de combustible que han superado esa temperatura. Por lo tanto, la seguridad es insuficiente. Se podrían hacer más resistentes, pero sería extraordinariamente más caro. Por eso la industria nuclear ha optado por hacer unos contenedores de mínima resistencia, aunque haya que llevarlos a 40 kilómetros hora. Este hecho, al mismo tiempo, los convierte en un objetivo facilísimo para un ataque terrorista, por lo que deberán llevar vigilancia policial y militar. Y se calcula que habrá que hacer más de 660 transportes.