Paisaje socialista tras la batalla: solo queda un hombre en pie, Guillermo Fernández Vara. En Extremadura, y por los pelos. Tras él, todo son generales caídos: de José María Barreda en Castilla-La Mancha a Eva Almunia en Aragón, pasando por Tomás Gómez en Madrid y Jorge Alarte en Valencia. El PSOE tiene una única carta: Vara, porque ni siquiera aguantaron el envite los dos únicos presidentes del PSOE en cuyas comunidades no se celebraban elecciones autonómicas.

Los resultados de las municipales en Andalucía, donde los socialistas perdieron Sevilla al alzarse el PP con la mayoría absoluta, apuntan a un preludio de lo que le ocurrirá el año que viene al presidente de la Junta, José Antonio Griñán, que quizá acabe como el dirigente que no supo revalidar el gobierno de su partido, ininterrumpido durante 30 años. Tampoco tiene nada que celebrar Patxi López en Euskadi. Su partido ha perdido feudos importantes como Basauri y Sestao, pero hay algo más trascendente: la irrupción de Bildu en las locales vascas ha vuelto a poner de manifiesto que el electorado allí es mayoritariamente nacionalista.

La única carta de futuro, la única jugada autonómica en la que ha ganado el PSOE, por tanto, es Vara, que podrá reeditar su gobierno en Extremadura pese a que el PP, por primera vez en la historia de la democracia, ha sido en la comunidad la lista más votada. Los conservadores lograron 32 escaños, pero los socialistas, que consiguieron 30, podrán gobernar con los tres diputados de IU. El extremeño ya ha dicho en varias ocasiones que a él no le busquen para la próxima candidatura del PSOE a las generales, pero su figura apunta alto, muy alto en estos tiempos tan bajos para los socialistas, y desde hace tiempo hay muchos en el partido que lo ven como un aspirante a la Moncloa en el 2016.

El golpe más duro

Con diferencia, el golpe más duro se lo ha llevado Barreda. Castilla-La Mancha era la madre de todas las batallas, el lugar donde el líder del PP, Mariano Rajoy, había jugado más fuerte al presentar a su secretaria general, María Dolores de Cospedal, y tener una presencia casi continua durante estos meses. "Si ganamos, la victoria será de todos. Y si perdemos, la derrota será solo de Barreda. Esto es así", decía al comienzo de la campaña un dirigente socialista manchego.

Pero esta vez no ha sido así: la pérdida del poder socialista en tierras manchegas, donde el PP obtuvo un escaño más y se alzó con la mayoría absoluta, se debe, sobre todo, al Ejecutivo central. En Castilla-La Mancha y en todas partes. Por mucho que los socialistas se esforzaran en repetir que aquí solo se elegían alcaldes y presidentes autonómicos, por mucho que intentaran centrarse en lo local durante sus mítines, por mucho que José Luis Rodríguez Zapatero hiciera lo que pedían Barreda y Vara al anunciar su retirada antes de los comicios, lo que se ha votado esta vez, como reconoció el presidente del Gobierno al filo de la medianoche electoral, ha sido la gestión que la Moncloa ha hecho de la crisis.

Y ahora el PSOE se ha quedado sin banquillo. El partido no solo tiene ante sí la incógnita de elegir a un relevo de Zapatero a esas generales que quizá el todavía presidente se vea obligado a adelantar. También encara el interrogante, a medio plazo, de quién podría tomar el timón después si, como parece probable a tenor de los resultados del 22-M, el sustituto del actual líder sale derrotado en su partida con Rajoy.