TEts importante destacar que oponerse a los transgénicos no es oponerse a aquellos avances en la tecnología agraria que garanticen una mejora económica y de calidad de vida para el productor y desde el profundo respeto a la conservación del medio natural.

1. Es absolutamente incierto que la transgenia sea una prolongación más de la mejora vegetal tradicional. Un transgénico es un organismo que ha sufrido una manipulación genética de alguno/s de sus genes; pudiendo esta manipulación conllevar genes de otras especies, algo que nunca se daría de forma natural.

2.Por mucho que nos quieran demostrar que son organismos seguros; el oscurantismo, las presiones políticas y económicas de las multinacionales de los OGMs sobre científicos, políticos y medios de comunicación, etc. hacen que haya un alto grado de incertidumbre sobre la verdad de su "inocuidad" y sobre los efectos no previstos en el medio ambiente, en la calidad de los alimentos y en la salud de los consumidores.

3.Frente a la publicidad que nos ofrece mayor rendimiento y menos agrotóxicos para el campo, tras más de once años de producción, por el momento sabemos, que los rendimientos son equivalentes al cultivo convencional; que no reducen el uso de pesticidas, ni el de herbicidas, que han provocado aparición de resistencias en malas hierbas y que existe riesgo de aparición de resistencia en insectos; además de la contaminación genética de campos cercanos y la contaminación de acuíferos.

4. Se ofrecen también como la respuesta al hambre y la pobreza en el mundo; sin embargo al igual que hizo en su día la revolución verde exportando tecnología inoperante y esquilmadora de recursos y conocimientos, para muchos países en desarrollo, los OGMs sólo están beneficiando a las grandes empresas, que han comprado enormes extensiones de territorio para cultivar grano transgénico -maíz y soja- y destinado a la alimentación animal fundamentalmente. La brecha entre países pobres y ricos sigue abierta y como todos sabemos no es un problema de tecnología.

5. La tan publicitada coexistencia es posible con los cultivos convencionales, y prácticamente imposible con los cultivos ecológicos que exigen ninguna contaminación en su producto final. La falta de transparencia en el etiquetado; la globalización del mercado hace que el consumidor tampoco esté seguro de que en alguna parte de la cadena de producción, elaboración y transformación, el producto final no tenga en su composición transgénicos.

Una gran parte de esta comunidad humana, que tenemos la suerte de vivir sin que el hambre sea una preocupación añadida y a los que se nos define como "consumidores", exigimos que se promueva una verdadera política de desarrollo agrario para los ciudadanos de los países en desarrollo, no para sus políticos y además que se respete nuestra "soberanía" para comer productos que promuevan nuestra salud, sembrar semillas tradicionales adaptadas y que no sean transgénicas, comer carne procedentes de animales criados en condiciones naturales y producir conservando tanto el entorno natural como las poblaciones rurales en su medio. Esto es ya posible, desde las bases técnicas y científicas de una agricultura y una ganadería ecológica. * La autora es presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica