Con el combustible y la comida racionada para algunas unidades militares, los mandos de Estados Unidos y Gran Bretaña ordenaron ayer detener temporalmente el avance sobre la ciudad de Bagdad para reforzar la retaguardia y garantizar el suministro de sus tropas. Tras haber avanzado más de 450 kilómetros en el inhóspito desierto iraquí, y haberse enfrentado a una inesperada resistencia de tropas regulares y paramilitares, la operación por tierra de las tropas anglo-norteamericanas necesita recuperar el aliento antes de lanzarse al asalto de la capital.

Oficiales en el campo de batalla que rehusaron identificarse admitieron ante algunos corresponsales de prensa que la penetración de la coalición aliada en territorio iraquí desde el sur debía detenerse durante "cuatro o seis días" para reforzar la retaguardia y evitar que sea objeto constante de emboscadas por parte de milicias paramilitares. Se sabe que en algunas unidades las comidas han sido limitadas a una al día, mientras que la gasolina para los blindados y los vehículos de transporte también escasea. "Hemos agotado casi por completo nuestras líneas logísticas", fue la queja de un oficial que prefirió no identificarse.

EL PENTAGONO PUNTUALIZA

Inmediatamente, desde el Mando Central de la campaña militar en Doha (Qatar) llegaron las puntualizaciones oportunas: "No hay una pausa en el campo de batalla; sólo porque una formación en particular esté detenida, ello no significa que haya una pausa" en los combates, declaró el general estadounidense Victor Reunart. Al Lockwood, uno de los portavoces militares británicos en Kuwait, esgrimió que sus soldados "necesitan prepararse para la siguiente fase" de la contienda, y desmintió la existencia de "una pausa" en la campaña.

Pero lo cierto es que la tenaza sobre Bagdad y Tikrit --ciudad natal de Sadam-- que debía haberse cerrado en menos de una semana, según establecían los planes originales del Pentágono, todavía está lejos de materializarse. Desde hace varios días, las tropas se han estancado en las proximidades de la ciudad de Kerbala, situada al sur de Bagdad, mientras que en la retaguardia los fedayines tienden a realizar constantes emboscadas a los convoyes de aprovisionamiento y ofrecen una durísima resistencia.

El régimen de Sadam Husein recurrió ayer por vez primera a una nueva forma de hostigamiento contra las tropas de la coalición: los atentados suicidas. Un coche bomba conducido por un kamikaze causó la muerte de cinco soldados en un puesto de control de carreteras situado al norte de Najaf, a unos 160 kilómetros al sur de Bagdad.

CASTIGO AEREO

Mientras se aplaza el asalto a Bagdad, la aviación castigó ayer de nuevo las divisiones blindadas de la Guardia Republicana a las que deberán enfrentarse si pretenden cerrar el cerco sobre la capital iraquí. Fuentes militares norteamericanas aseguraron que 30 helicópteros Apache antitanque de la 101 División Aerotransportada descargaron proyectiles sobre la División Medina iraquí al suroeste de Bagdad. Según las mismas fuentes, causaron por lo menos "50 bajas" al enemigo, y destruyeron "25 vehículos".

En Basora, la segunda ciudad iraquí, las tropas aliadas bombardearon un edificio donde, según fuentes británicas, se encontraban reunidos unos 200 fedayines militantes del partido de Gobierno Baaz. Además, una columna de tanques Challenger y blindados Warrior.

En Nasiriya, a 360 kilómetros al sur de Bagdad, cuyo control resulta vital para que la coalición anglo-norteamericana mantenga abiertas las líneas de abastecimiento, continuaban los combates cuerpo a cuerpo entre los paramilitares leales a Sadam y los marines de Estados Unidos. De la misma manera que en la asediada ciudad de Basora, el suministro de agua potable se ha cortado, con la diferencia de que el acceso a esta localidad resulta todavía más difícil para las organizaciones humanitarias.