«La guerra lo cambió todo. Me daba mucho miedo, pero crucé a Argelia. Era la primera vez que me separaba de mi familia. En Argelia vivir era difícil, me torturaron y me esclavizaron. Cuando estás así, cada uno es para lo suyo y solo Dios para todos. Comía una vez cada dos días y sentía que iba a morir. LLegué a Rabat, después a Tánger. Moriría allí o cruzaría a Europa. Como no comía, no tenía fuerzas. Vivía en el bosque y bajaba a la ciudad a mendigar. No podía pagar el barco. Mis hermanos malienses me llevaron con ellos en una barca con 40 personas. Fue mal, nos rescató Salvamento Marítimo. Luego llegué a Mérida. No podía andar, mi cuerpo no aceptaba la comida», relata Issaka, procedente de Mali.