Entre sus manías destaca la de vestir de azul. Y no es que sea soso, que no es el caso, es que en su ropero no hay más color.

Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1956), el Químico , para los amigos, y el principal consigliere del Rey, del Príncipe, del presidente y de buena parte de los ministros, el político mejor valorado asumió ayer el poder que lo convierte en indiscutible hombre fuerte y rostro del nuevo Ejecutivo: la vicepresidencia primera y la portavocía.

De nada ha servido que en los últimos meses, cuando su nombre sonaba hasta para sustituir a José Luis Rodríguez Zapatero, Rubalcaba echara mano del fútbol para negar esa posibilidad: "Es como si ahora sacamos a los veteranos para jugar en Primera División". No en vano le llaman Onésimo , como el exjugador del Barça y del Valladolid que regateaba como nadie cuando se sentía acorralado. Igual que él.

No hace mucho, cuando se posicionó sin tapujos contra Tomás Gómez en la batalla de Madrid, recriminó al de Parla su nula responsabilidad al decir no al presidente en un momento tan delicado. Y encima alardear. Ahora le ha tocado a él beber de la misma medicina. Ya le dijo no a Zapatero cuando fue tanteado para la alcaldía de Madrid. Pero ahora, en el momento más complicado por el que atraviesa un PSOE abatido y un Gobierno paralizado por el peso de la crisis y los cuatro millones de parados, Rubalcaba no ha tenido más remedio que decir .

Seguro que anoche, tras una ligera cena junto a su mujer y algún sobrino que se dejó caer por Castellana, 5, se fumó uno de sus habanos.

Cuesta adivinar si la de ayer fue una cena de celebración o de resignación. El, que ya tenía bastante con tutelar la agonía de ETA, asume ahora la nueva tarea de devolver la alegría a un Ejecutivo entristecido.

Seductor incorregible, nunca un hombre tan feo ha sumado tantos piropos. Maribel Verdú y Grande-Marlaska, por ejemplo, dijeron que era sexi. Es la erótica de un poder que, en sus manos, ahora es casi infinito. MAYKA NAVARRO