Poco entretenimiento podía tener el derrocado presidente iraquí Sadam Husein en la granja donde construyó su zulo, más allá de recoger naranjas y esconderse en el agujero cada vez que detectaba una presencia sospechosa. Las autoridades de Estados Unidos no han precisado si el dictador estuvo en Al Daur los más de ocho meses en los que fue --con el permiso del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden-- el fugitivo más famoso del mundo. Pero si fue así, es probable que matara el tiempo que no estaba oculto bajo tierra con una pequeña biblioteca de unos 20 libros entre los que destaca un título premonitorio: Crimen y castigo , de Feodor Dostoievski, traducido al árabe.

Cintas de música

Además del clásico ruso, entre los volúmenes que Sadam guardaba en el interior de una estantería marrón con una vidriera en la choza que le servía de dormitorio había otra obra maestra: el Muqadimah (Prolegómeno ) del historiador árabe Ibn Jaldun. Este gran historiador y filósofo del siglo XIV --nacido en Túnez en el seno de una familia yemení procedente de Sevilla-- analiza en este libro los factores que contribuyen al auge y la caída de las civilizaciones y de los gobernantes.

Junto a las obras de Dostoievski e Ibn Jaldun, en la biblioteca de Sadam Husein había libros de poesía, nada sorprendente en un hombre que presumía de conocimientos literarios y de escribir. También había en la choza cintas de música árabe, aunque, al parecer, no disponía de radiocasete con el que escucharlas o grabar las famosas cintas en las que instaba a la resistencia contra la ocupación.