La demanda de combustibles y derivados del petróleo no paraba de crecer. Los organismos internacionales manejaban previsiones de una tendencia al alza en la demanda de estos productos por parte de una sociedad cada vez más consumista y voraz. Y a la vez, en el mercado nacional, las nueve plantas de refino existentes carecían de capacidad para cubrir el gasto interno en gasolinas, gasóleos, gases licuados y querosenos, obligando a España a pagar cada año millones de euros a otros países para cubrir ese déficit. A grandes rasgos, ese era el contexto en el que el empresario Alfonso Gallardo gestó primero y maduró después la idea de construir una refinería en la comarca extremeña de Tierra de Barros; y esa era la situación cuando en el 2003 Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció este proyecto industrial en su último debate de investidura como presidente de la Junta. Hoy, ocho años después y en medio de una crisis a la que nadie parece encontrar salida, algunas de aquellas condiciones en las que el Grupo Gallardo divisó una oportunidad de negocio han cambiado. Hasta el punto que surgen voces, en el ámbito académico y conservacionista, pero también dentro del propio sector del refino, que ponen en duda la viabilidad económica del proyecto si este llega a materializarse. El empresario extremeño, por contra, sigue confiando en su apuesta.

En España, el negocio de la transformación del petróleo en combustible está dominado por Repsol. La compañía española cuenta con cinco refinerías (en Bilbao, Cartagena, La Coruña, Puertollano y Tarragona), de las sale en torno al 60% de la producción nacional de derivados. Por eso, que Jon Josu Imaz, el que fuera presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y ahora director ejecutivo de la división de refino de la compañía, se mostrase tan pesimista hace unos días en Cáceres sobre el futuro de esta actividad, sonó a aviso a navegantes. Concretamente al Grupo Gallardo. "Hay refinerías en Europa que van a cerrar, que no van a sobrevivir. Y habrá una caída de la demanda de hidrocarburos", fueron sus palabras, en unas jornadas sobre energía, al ser preguntado por el proyecto extremeño.

En el entorno de Gallardo, las frases de Imaz han sido interpretada como una reflexión empresarialmente interesada. La refinería de Tierra de Barros sería un competidor más de Repsol en el mercado nacional, en un sector en el que no entran nuevos actores desde hace más de 10 años --las plantas actuales, repartidas en nueve instalaciones, son las mismas que había a finales de los años setenta--. "Llama la atención que diga eso cuando van invertir 3.200 millones en Cartagena, 300 en Puertollano y 810 en Bilbao", apuntan estas fuentes.

"MALAS EXPECTATIVAS" Sin embargo, ya este verano, a raíz del revuelo causado por la decisión de parar la producción de parte de la instalación de Bilbao, advertía en una carta dirigida a sus empleados en Petronor --filial de Repsol de la que es presidente--: "las expectativas para el sector del refino se presentan muy preocupantes. La situación ni probablemente es coyuntural ni parece que vaya a ser breve". Imaz se remite a los hechos. Porque la demanda, en contra de lo que apuntaban hace años organismos