Y no lo digo sólo por la agenda de esta semanita, que también, sino porque ayer su intervención ante los medios parecía estar gafada. No había hecho más que empezar a hablar y el pasacalles irrumpió en el pabellón con un estruendo de tambores que frustró el intento. Segunda oportunidad: esta vez no había empezado siquiera cuando alguien tropezó con el pie de un foco que cayó hacia donde estaba Fernández Vara, quien instintivamente quiso sujetarlo y se llevó un buen golpe en su mano derecha.

Todo quedó en una anécdota. Tanto el presidente de la Junta como Monago, líder de la oposición, fueron breves y concretos, y dejaron todo el protagonismo a los ciudadanos. Y los ciudadanos lo asumieron en un ambiente festivo, de banderas, globos, pero sobre todo, de bufandas y gorros de lana que la organización tuvo a bien regalar a la entrada para combatir el intenso frío de la mañana.

Personas de todas las edades, y, como muestra de dónde estamos, de todos los lugares: extremeños nacidos aquí que viven aquí, extremeños que están fuera, pero también muchísimos extremeños nacidos en Marruecos, Perú, Senegal o Rumanía, como Ion Rad, rumano que lleva siete años en Almendralejo y que paseaba orgulloso una pancarta donde manifestaba ser un inmigrante que se siente extremeño. "Es muy bueno juntarnos todos para hacer cosas buenas por Extremadura --proclamaba-- Yo estoy aquí con la familia, he comprado un piso y estoy intentando mejorar mi vida y tener un trabajo mejor porque quiero quedarme aquí".

Bocadillos, botas de vino, bailes y, sobre todo, orgullo.