Los efectos que la subida de las temperaturas pueda provocar en los ecosistemas biológicos extremeños hay que plantearlos con cautela y moderación debido a que extrapolarlos y adaptar las proyecciones de gran escala generadas por los modelos climáticos globales a las características regionales o locales están muy influidas por la orografía, el contraste entre tierra y agua, o la utilización del suelo es complejo.

Esto es lo que sostiene el profesor de la Uex Vidal Mateos, que pide cautela, pero que, de confirmarse este cambio térmico, este provocará una mayor evaporación del agua, lo que reduciría el volumen hídrico disponible para el consumo doméstico, agrícola e industrial.

Este desplazamiento al alza de las temperaturas también repercutiría sobre la agricultura de la zona. Los cultivos necesitan unas condiciones térmicas específicas para desarrollarse, aunque el cambio debe ser brusco para que afecte a las plantaciones de arroz, de tomate o a los viñedos. Como afirma Antonio Gentil, miembro de Adenex, los hábitos de "riego a manta" tendrían que sustituirse por el "riego a goteo", e incluso sustituir los regadíos por plantaciones de secano, como los cereales o el trigo ante la escasez de agua dulce en la superficie y en el subsuelo.

La alteración del ciclo de lluvias estaría precedido por el descenso en el nivel de precipitaciones, ya que estas serían más intensas y concentradas en el tiempo y los periodos de sequías se prolongarían más. Estas estaciones climáticas de sequedad en la biomasa, tanto de bosques como matorrales, afectarían a la orografía al aumentar su aridez, por lo que sería un factor exponencial favorable a producir incendios --al ser menor la energía necesaria para iniciar la combustión--, lo que haría que la masa de bosque forestal y los ecosistemas de la dehesa extremeña sean más susceptibles a las llamas.

Otro de los elementos naturales afectados, según Gentil, serían las masas de agua temporales, como las charcas, esenciales para el clima mediterráneo, porque "son un hábitat clave para la supervivencia de anfibios y reptiles". Su ciclo normal reproductor en el caso de las ranas, por ejemplo, estaría amenazado, debido a que "las larvas necesitan el agua como medio en el que desarrollarse en primavera".

Para Gentil, iconos de la fauna extremeña, como el buitre negro o el águila imperial, verían alterado su ciclo vital por el incremento de las temperaturas, ya que reduciría sus posibilidades de obtener alimento ante el riesgo de deshidratarse.

DEHESA EXTREMEÑA La dehesa conforma el agroecosistema extremeño más característico y ocupa un 40% del paisaje extremeño. De hacerse realidad esta subida de temperaturas pronosticada por la Aemet para 2070-2100, a las dehesas, que son unos sistemas muy frágiles, "esta perturbación le ocasionaría serios problemas de conservación de su biodiversidad", según Gentil. La falta de humedad provocaría una sequedad de la que se resentirían tanto las encinas como los alcornoques, por lo que se perdería parte de sus referentes biológicos y elementos clave para los cerdos ibéricos.