Es difícil calcular cuánto efecto habrá causado la encuesta del CIS entre electores o elegibles. Tanto como justificar semejante gasto de dinero público en un divertimento electoral para entretener el primer día de una campaña. La ciencia política nos demuestra que cada vez más votantes hacen un uso estratégico de las encuestas. Unos, para enviar señales a sus candidatos; otros, para calcular el efecto de su voto.

Por si acaso, los populares, fieles a sus clásicos, se parapetaron en la teoría de la conspiración. Tras pedir humildad, vieron en los augurios del sondeo una maniobra del maligno para confundir a los propios. Los socialistas retornaron a su Brideshead en Dos Hermanas. Las remontadas se hacen con el corazón. Felipe González, que es el gran maestro de la remontada, sabe dónde se esconde el de los suyos, y se lo enseñó a Alfredo Pérez Rubalcaba.

La foto del CIS es clara. En el esprint, Rajoy va por delante, con mucha ventaja. Pero no es una photo-finish . La mayor parte del trabajo de campo se efectuó antes de que ETA anunciase que dejaba definitivamente la violencia, circunstancia que puede tener --o no-- un imprevisible impacto entre el desactivado votante socialista. La media de los indicadores donde hay poca cocina , como la intención de voto directa o voto más simpatía, si- túa la ventaja del PP sobre los 10 puntos. Tres de cada 10 personas que declaran su intención de acudir a votar el 20 de noviembre no tienen decidido su voto y una lo oculta.

Al votante medio le gusta el equilibrio y le mueve la confianza, no la desesperación. La mitad del electorado no quiere un Gobierno con mayoría absoluta y siete de cada 10 confían poco o nada en el candidato que cabalga sobre la perspectiva de una victoria épica. La mayoría absoluta del PP sentaría un precedente en la democracia española: sería la primera por defecto del Gobierno, pero también de la oposición. Proba- ría que, en esta crisis, puedes barrer a quien gobierna, aunque no se fíen de ti. Puede ser. Antes, la mayoría absoluta era un resultado excepcional basado en la confianza de los votantes, no en la desconfianza. Felipe González, José María Aznar, Manuel Fraga y Jordi Pujol la ganaron, porque generaban determinación, no prevención.