Un "viva la Virgen de Guadalupe" unió ayer a los miles de peregrinos y fieles andaluces, extremeños y castellanomenchegos que se acercaron hasta el Real Monasterio para celebrar la festividad de la patrona de Extremadura.

Y es que lejos de "las disputas políticas" por la pertenencia de la Virgen a la diócesis de Toledo --la actual-- o a la de Mérida-Badajoz, la devoción a la Virgen de Guadalupe no tiene fronteras. Autobuses, coches y peregrinos de todos los rincones, entre ellos Badajoz, Talarrubias, Miajadas, Don Benito, Trujillo y hasta de Sevilla, Córdoba o Ciudad Real han llenado estos días Guadalupe.

"La devoción de la gente se palpa por todos sitios", señalaba Paula Gallardo, que ayer viajó con su familia desde Villanueva de la Serena para ver a la Virgen. Y como ella, miles de feligreses más, unos por el sentimiento a La Morena y para cumplir sus promesas y otros por las ganas de "vivir la experiencia de venir andando". Es el caso de un grupo de 33 jóvenes scouts de entre 13 y 28 años procedentes de Villanueva de la Serena --Pedro de Valdivia -- y Alange --Aquae --, que durante 5 días han recorrido 180 kilómetros.

"Ha sido una experiencia inolvidable, a pesar del cansancio se lo recomiendo a todo el mundo", destacaba la scout Ana Belén Verdonk mientras recogía su saco de dormir en la sala que los franciscanos del monasterio habían preparado a modo de albergue. "También hemos ayudado a la Asociación de Damas de Santa María de Guadalupe a atender a los peregrinos en el puesto de socorro limpiándoles los pies y dándoles crema", añadía Ana María Vargas. Esta asociación, creada en 1977 por un grupo de mujeres devotas de la Virgen, han socorrido durante estos días a los feligreses que se acercaban a su puesto. "Les dábamos calor humano, palabras de consuelo y fuerza, no somos profesionales pero lo hacíamos porque en las caras de esas personas veíamos a la Virgen, es nuestra forma de colaborar", señalaba ayer la vicepresidenta Paula Torrejón.

Sin embargo, no todos los fieles lo viven igual. Hay algunos, como Mateo Moyano Fraile, a los que les gustaría vivirlo "como manda la tradición". Este vecino de Alía llegaba ayer a Guadalupe con su bota de vino y su bandera de caminante --blanca, por la pureza; roja, por la sangre del sufrimiento; y azul, por la Inmaculada-- tras cuatro horas de caminata . "Ahora la peregrinación no es como antes, yo reivindico las tradiciones antiguas cuando venía todo el pueblo junto y cantaban la Salve y rezaban a la Virgen. Hay que hacerlo como Dios manda, sino es tontería".