Cáceres. 20.30 horas. Las calles están desiertas. Nadie en todo el país se quiere perder una ocasión irrepetible de jugar por alcanzar la final de una copa del mundo. Por supuesto, en Extremadura tampoco.

Miles de extremeños abarrotan bares y terrazas. Ciudades y pueblos. Aún así, la tensión se palpan en el ambiente. Las ocasiones alemanas eran escasas, pero la duda y el sufrimiento hacia mella en los rostros de los seguidores de ´La Roja".

Entonando el popular "Yo soy español, español", la gente intentaba alentar con sus cánticos al equipo de Del Bosque.

"España está haciendo el mejor partido del mundial, merecemos ganar" decía al término de la primera parte Isidro Plata, cacereño que había acudido a ver el partido con sus amigos a un bar. Daba igual Moctezuma que Nuevo Cáceres. Por supuesto, todos iban vestidos para la ocasión e incluso habían pintado sus caras con los colores de la bandera.

La selección apretaba a los alemanes y las ocasiones se sucedían. La gente no perdía la fe y continuaba con los gritos de ánimo. Sólo faltaba el gol. La guinda y a la finalísima.

Y llegó. La cabeza de Carles Puyol a la salida de un córner convirtió uno de los goles más importantes de la historia de España. Con el llegó el éxtasis de multitud de personas saltando y abrazándose al grito de "campeones campeones".

Pero todavía tocaba sufrir, ya que la maquinaria alemana intentaba a duras penas reponerse del golpe. El equipo teutón no se rendía e intentaba poner a Casillas en aprietos. La defensa española, incluido el portero del Madrid, estuvieron soberbios todo el encuentro. Con el pitido final, llegaron las esperadas celebraciones por toda la geografía regional: Cáceres, Mérida, Plasencia, Badajoz, Don Benito... "Somos invencibles" era una de las frases mas repetidas por los cacereños. El pulpo acertó sus predicciones. Y Extremadura entera lo celebró.