Unidos ante el terror, separados por el cambio climático. Después de los atentados de Londres, los principales líderes mundiales dieron por terminada ayer la cumbre de G-8 en Gleneagles (Escocia) con la firme decisión de combatir juntos el terrorismo.

En una solemne declaración ante la prensa, los jefes de Estado y de Gobierno de las principales potencias del planeta, a los que se sumaron el resto de las personalidades invitadas, rodearon al primer ministro británico, Tony Blair, mientras éste hablaba. Arropado, el anfitrión leyó las conclusiones finales del encuentro, suscritas por los miembros del G-8, en las que inevitablemente se evocaba la tragedia terrorista de Londres.

TONO DESAFIANTE "No hay esperanza ni futuro para el terrorismo, el terrorismo no va a eclipsar lo que hemos venido a hacer aquí", comenzó diciendo desafiante Blair. El terrorismo, siguió, intenta "llevar el pánico, la desesperación y el odio al corazón de la gente".

Los miembros del G-8 anunciaron su voluntad de acometer "nuevos esfuerzos conjuntos" contra el terrorismo y anunciaron su intención de "promover las mejores normas de seguridad para el ferrocarril y el metro". En su declaración, los gobernantes destacaron que "el conflicto, la opresión y la pobreza no excusan ni justifican el terrorismo", pues, "la inmensa mayoría de las personas afectadas por esos azotes no elige la violencia".

Cuando Blair hubo concluido, uno a uno, los mandatarios del G-8 fueron firmando la declaración, para que no quedara duda alguna de su apoyo. El primero al que el primer ministro británico invitó a estampar su firma fue el presidente francés, Jacques Chirac. Ambos, que no han ocultado en los últimos meses su hostilidad personal, dejaban atrás toda vacilación en la guerra contra el terror.

Chirac tuvo incluso palabras de aprobación hacia Blair, por la forma en que éste se ha enfrentado a los ataques. "Quiero elogiar la sangre fría y la determinación del primer ministro británico, dadas las circunstancias", afirmó.

Quién no dijo una palabra y se marchó sin decir adiós a los periodistas fue el presidente estadounidense, George Bush. A última hora, la delegación de Washington canceló el encuentro con los medios de comunicación. Bush prefirió no enfrentarse a una batería de preguntas sobre la vergonzosa posición de su Administración en el tema de las emisiones de carbono a la atmósfera. Inamovible, EEUU fue una vez el país que impidió cualquier avance significativo para frenar el cambio climático.

LA AYUDA A AFRICA En un último esfuerzo por rescatar el propósito original de la cumbre, el primer ministro defendió con pasión el balance de los acuerdos alcanzados sobre la ayuda a Africa. Enumeró millones de dólares en ayuda, las buenas intenciones de un futuro acuerdo comercial, la cancelación de la deuda a los países más pobres, el acceso a tratamientos contra el sida y el compromiso para la creación de una fuerza de pacificación para Africa. Blair trataba así de responder a las expectativas creadas por los macroconciertos del Live 8 y la movilización mundial contra la pobreza.

Los mandatarios de Suráfrica, India, China, Brasil y México --los países de economías emergentes invitados por primera vez a la cumbre del G-8-- regresaron a casa con la frustración de ni siquiera haber podido poner sobre la mesa algunos de los temas que deseaban discutir.