La huelga de ayer en Euskadi era de segunda vuelta y pagó los efectos de una división sindical que diluyó los ecos de la protesta rebajándola a niveles menores que en el resto de España. Los sindicatos nacionalistas ELA y LAB, mayoritarios en el País Vasco, ya convocaron una huelga general contra la reforma laboral de José Luis Rodríguez Zapatero el pasado 29 de junio. Aunque también y, por separado, CCOO se sumó a la convocatoria, el seguimiento fue bastante discreto, de forma que no se paralizó totalmente ningún sector. El paro de ayer apenas fue visible para la mayoría de los ciudadanos. Solo los pasquines y la megafonía en los puntos céntricos de las capitales vascas alertaban del sentido de la jornada.

El mayor porcentaje de seguimiento se lo apuntó la industria, con un 10 %, muy especialmente en las empresas del metal de Vizcaya y Alava, donde tienen más fuerza CCOO y UGT. Ni en enseñanza, ni en sanidad, ni en Administración, ni en construcción se llegó al 5% de paro y la mayoría de los comercios abrieron, hasta el punto de que la patronal Confebask habló de "normalidad".

Los servicios mínimos fijados por el Gobierno vasco para el transporte se cumplieron y, excepto algunos momentos de tensión, no se registraron incidentes.