Ni delincuencia, ni violencia, ni robos, ni tráfico de drogas. El principal problema de los vecinos de Aldea Moret ha sido, y sigue siendo, la clase política o, al menos, ese es el sentir mayoritario si se pisa este emblemático barrio cacereño. La sensación de abandono que sienten sus habitantes es más que palpable, pese a los esfuerzos que la Junta y el ayuntamiento aseguran haber realizado en los últimos años.

"Los alcaldes solo se acercan por aquí en época de elecciones", asegura un vecino de la calle Río Sena, el límite entre la civilización y el Bronx , como es conocida la zona más conflictiva de Las Minas, donde se asientan narcotraficantes. Y es que hay muchas Aldea Moret. Los problemas serios, cada vez menos, se circunscriben a un puñado de calles con viviendas sociales, entre las que German Sellers y Juan García tienen el peor cartel. El resto de la barriada está instalada en cierta normalidad y sus problemas tienen menos que ver con la delincuencia. En general, en la zona piensan que no se puede comparar su situación con la de San Lázaro en Mérida, aunque reconocen que se podría estar mucho mejor "si los pisos no se entregaran a delincuentes".

"Todo se ha tranquilizado mucho", afirma Juana Rodríguez, que lleva viviendo en el bloque 6 de la avenida Río Tíber durante 15 años con su familia. Comparte edificio con varias familias gitanas y asegura que la normalización es casi total: "Vivimos bien, aunque a veces hay alguna riña como en todos los sitios". Reconoce que "hace unos tres años hubo un tiroteo entre familias", afirma, algo que recuerda todos los días al subir la persiana y ver los impactos de bala en su ventana. Pero le preocupa más el patio de su bloque: "Está hecho una pena, hay basura, ratas y cucarachas, pero la Junta lo cerró y no podemos acceder a él para limpiarlo".

Juana Caballero vive en la calle del río Ródano, una vía intransitable hasta hace poco. "Llevo aquí más de 20 años y me relaciono con todos los vecinos", asegura. "Por su puesto que hay gamberros y ruidos, pero eso también pasa en el Nuevo Cáceres", comenta.

Los responsables de los problemas tienen nombre y apellidos para muchos vecinos. "Ibarra y Saponi son los mayores culpables", dice Toñi, una vecina de la calle Sena que ha conocido el antes y el después de los bloques de protección oficial. "Cuando era pequeña, las puertas estaban abiertas, se podía dormir incluso en la calle". Recuerda, "desde que hicieron las viviendas llegó la conflictividad" y añade: "No hay ninguna vigilancia, la policía pasa poco y cuando pasa, mira hacia otro lado".

Drogas, robos, carreras ilegales, suciedad... La clase trabajadora sufre situaciones así casi cada semana. "No se puede describir, hay que vivirlo para que se nos entienda", afirma Francisco Montes, un jubilado de la calle Sena. Coinciden en que es más fácil reducir la inseguridad de toda una ciudad concentrando la delincuencia en un solo núcleo, una práctica que se ha aplicado siempre a lo largo de la historia y siempre con el mismo resultado: "guetos". "Normal, los políticos no tienen que vivir aquí", sentencia otro vecino.