Cuando las tropas norteamericanas asaltaron los cuarteles generales del espionaje iraquí, el temido Mujabarat, en Bagdad, esperaban encontrar allí miles de archivos y cientos de miles de documentos sobre la represión de la dictadura y sus actividades secretas, incluida la supuesta fabricación de armas de destrucción masiva. Pero no hallaron absolutamente nada.

De esa limpieza meticulosa y profesional de todos los armarios y cajones del Mujabarat parecía deducirse que Sadam Husein y sus lugartenientes planearon cuidadosamente su huida de la capital. Así que los mandos militares de Estados Unidos concluyeron que el núcleo de poder del régimen consiguió burlar el cerco militar de la ciudad y se refugió en Tikrit, a unos 170 kilómetros al norte, baluarte del partido Baaz y población natal de Sadam, donde su tribu Albu Nasir le protegería hasta el final.

Por tanto, el Ejército estadounidense emprendió un bombardeo masivo de esa localidad y comenzó a preparar el asalto por tierra del último bastión enemigo, tras las caídas de Kirkuk y Mosul (en el Kurdistán).

IMAGENES DESCONCERTANTES

Sin embargo, los aviones espía Predator (sin piloto) que sobrevolaron Tikrit captaron unas imágenes desconcertantes: los milicianos de la División Adnan de la Guardia Republicana estaban abandonando sus posiciones, en vez de prepararse para la última batalla. La ciudad parecía tan sumida en el caos como el resto del país y no se veía rastro alguno de los 50.000 soldados que se suponía que se habían retirado hacia allí para defender al círculo íntimo de Sadam.

En Bagdad, los comandos especiales de EEUU penetraron lenta y cautelosamente en el interminable dédalo de túneles bajo la ciudad donde el Pentágono confiaba en hallar pistas sobre el paradero de la cúpula del régimen o incluso las ya famosas armas de destrucción masiva cuya supuesta existencia fue utilizada por el presidente norteamericano, George Bush, para desencadenar la sangrienta invasión de Irak. Hasta el momento, todos los presuntos rastros de armamento químico o bacteriológico anunciados por las fuerzas ocupantes han resultado ser falsos.

LA MUERTE DE SADAM

Finalmente, los estrategas norteamericanos empezaron a creer seriamente que Sadam pereció en el ataque aéreo del lunes pasado --diseñado para acabar con su vida--, cuando los servicios secretos detectaron conversaciones de algunos dirigentes iraquís en las que se hablaba de la muerte del presidente. "Se decían unos a otros que creían que había muerto" --explicó al diario The Washington Post un alto funcionario de la Casa Blanca--. "No sabemos si lo sabían de verdad, ni si sólo estaban tratando de engañarnos".

EXPLICACIONES

En todo caso, la muerte de Sadam --quien aquella noche cenaba con sus dos hijos en el exclusivo barrio de Al Mansur-- explicaría el súbito desplome del régimen y la desaparición de los defensores de Bagdad sólo 24 horas después.

Algunos testigos afirman haber visto con vida a su hijo menor y heredero político, Qusai, tras el preciso bombardeo del lugar con cuatro superbombas antibúnker de casi una tonelada cada una. Aun así, eso no significa que no perecieran Sadam y su hijo mayor, Udai; cosa más que suficiente para que se desintegrase toda su estructura de poder.

Como consecuencia, los más altos dirigentes del régimen huyeron en desbandada --quizá empleando la ruta de escape prevista de antemano por el propio Sadam-- y los mandos intermedios se fueron a sus casas. Como el general Amir al Saadi, el principal asesor científico del dictador --e interlocutor para los inspectores de desarme de la ONU--, quien se entregó ayer a las tropas norteamericanas en Bagdad.

SOLO QUEDAN TRES HOSPITALES

Esas fuerzas de ocupación empezaron a organizar, por fin, patrullas policiales para poner coto a los bárbaros saqueos que han asolado la capital iraquí desde el derrumbe del régimen, el miércoles. Los soldados de EEUU ya defendían ayer una planta de agua potable y uno de los principales centros médicos de la ciudad. No obstante, la Cruz Roja denunció que sólo 3 de los 32 hospitales de Bagdad seguían operando, y sólo parcialmente.

En el Museo Nacional, los saqueadores destruyeron las vitrinas y desvalijaron más de 170.000 tesoros arqueológicos con miles de años de antigüedad, que se remontan al inicio de la civilización en Mesopotamia. Pero el pillaje empezó a disminuir tanto en Bagdad como en Basora, Mosul y las otras ciudades del país, al tiempo que algunos policías iraquís se presentaron voluntarios para ayudar a restaurar el orden.