Hace 44 años, tras participar en el fallido intento de asesinato del general Abdel-Karim Kasem, entonces primer ministro iraquí, un jovencísimo Sadam Husein huyó a caballo hasta Siria desde su ciudad natal de Tikrit. Hoy, lo más probable es que --si no ha muerto-- haya escapado de Bagdad hasta esa localidad de 260.000 habitantes, situada a unos 160 kilómetros al norte de la capital, donde tiene lazos de sangre con los miembros de una tribu suní que pueden luchar por él hasta la muerte, quizá por temor a ser subyugados por la mayoría shií de Irak.

Los expertos incluso temen que Tikrit permanezca como un semillero de resistencia armada a las fuerzas norteamericanas de ocupación mucho después de la desaparición de Sadam Husein. Quizá por ello, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, afirmó ayer que la guerra en Irak continuaba, a pesar del evidente desmoronamiento del régimen iraquí y de la conquista de Bagdad por las tropas norteamericanas.

"Sadam no está activo --dijo Rumsfeld--. Quizá ha muerto, quizá ha perdido su capacidad o quizá está sano y salvo, y se esconde en algún túnel para no ser capturado".

EL FIN DE UNA ERA

Desde primera hora de la mañana, en Bagdad se respiraba el fin de una era, puesto que las calles estaban vacías de soldados y milicianos. No hubo un momento definido y concreto para el final, como en otros hitos históricos, desde Vietnam a la Unión Soviética, pero sí tuvo sus propias imágenes para la eternidad: la laboriosa demolición de una gigantesca estatua de Sadam en el centro de la ciudad --frente al ya célebre hotel Palestina--, con escenas que recordaban la caída del Muro de Berlín, por los martillazos con los que varios bagdadís trataron de destruir el enorme pedestal de mármol, antes de que los marines lograsen derribar finalmente la efigie con la ayuda de una grúa mecanizada.

Terminaba así una dictadura sanguinaria, que condujo al país a tres cruentas conflagraciones, y muchos iraquís, de Bagdad a Basora e Irbil, manifestaron su alegría destrozando los símbolos del poder del dictador iraquí y lanzándose a un frenesí de saqueos en todos los locales del partido único Baaz. Sin embargo, ese júbilo no podía ser pleno, puesto que --a diferencia de Berlín o de Moscú-- la derrota del tirano se hizo a costa de una guerra ilegal que ya se ha cobrado muchos miles de muertos y heridos, gran parte de ellos civiles inocentes ajenos al conflicto.

Además, la guerra no ha terminado, como subrayó Rumsfeld: "Todavía quedan por delante días difíciles y muy peligrosos. Aún tenemos que capturar, contabilizar o lidiar de alguna forma con Sadam, sus hijos y los otros altos dirigentes iraquís".

MUERTES SIN CERTIFICAR

A pesar de que el Pentágono aseveró en un principio que Sadam y sus dos hijos, Udai y Qusai, perecieron en el ataque del lunes, con cuatro superbombas antibúnker, contra un restaurante de un barrio exclusivo de Bagdad, ayer la Agencia Central de Inteligencia reconoció que no podía certificar esas muertes. Si salieron con vida y lograron escabullirse del cerco militar cerrado por las tropas de EEUU en torno a la capital, podrían refugiarse en los fastuosos palacios que Sadam hizo construir en Tikrit, bajo los que un laberinto de pasadizos subterráneos sale a cuevas ocultas en las orillas del Tigris.

Incluso después de su derrota militar, el dictador iraquí podría tratar de dirigir una campaña guerrillera como la que libró el Baaz en los años 50. "Es perfectamente posible que algunos elementos residuales del partido Baaz se reconstituyan como un grupo clandestino revolucionario de lucha armada que lance ataques terroristas contra las fuerzas de Estados Unidos y la autoridad interina" de Irak, advertía ayer al diario The New York Times el analista militar John Pike.

En cualquier caso, los expertos estarán durante años estudiando cómo se esfumaron las divisiones de la Guardia Republicana que debían defender Bagdad y por qué el régimen fue incapaz de presentar una resistencia guerrillera urbana organizada. Era diáfano desde el inicio de la contienda que el coloso militar norteamericano iba a ganar la guerra y derrocar a Sadam, pero no han quedado nada claros los motivos del súbito colapso del régimen.

Como se preguntaba ayer un abogado beirutí: "¿Por qué no se rindió desde el primer momento, si ésa era toda la resistencia que podía presentar, en vez de derrochar todas esas vidas para nada?". Ahora es más que urgente evitar nuevos sufrimientos y víctimas al pueblo iraquí --que se puede entregar a un peligrosísimo desenfreno de pillajes y venganzas--, sobre todo atendiendo a las necesidades de los hospitales y de las poblaciones sitiadas. No hay duda de que EEUU ha ganado la guerra, pero está por ver si será capaz de ganar la paz.