Dice un viejo proverbio chino que el aleteo de una mariposa puede provocar la caída de la Gran Muralla. Si ello es así, ni que decir tiene que una situación económica en crisis o recesiva afecta de manera global no sólo en los estrictos ámbitos de mercados financieros, sino a las propias estructuras de las instituciones estatales.

Ahora bien, cuando fríamente hablamos de crisis, en realidad nos referimos a situaciones familiares y personales con nombres y apellidos, que sufren y ven modificadas su expectativas para peor, y que en determinados supuestos desembocan en la desesperación.

La Administración de Justicia en general, y los Juzgados y Tribunales en particular, no sólo no son ajenos a tal situación, sino que en este tipo de circunstancias se ven desbordados, (más aún si cabe), por asuntos que como si de una riada se tratara llegan a las orillas de legajos en las que muchas de nuestras oficinas judiciales se hallan inmersas.

Ni que decir tiene que las empresas, los comerciantes e incluso las familias, deben acudir a Juzgados de lo Mercantil para dar cumplimiento a lo dispuesto en la Ley Concursal.

En nuestra región, y como sucede con otros órganos, no existen Juzgados que puedan dedicarse exclusivamente a ello, sino que el juez debe compaginar tales procedimientos con materias civiles y penales.Evidentemente, en los Juzgados civiles aumenta el número de ejecuciones hipotecarias, procedimientos monitorios, cambiarios...que saturan y colman las más que repletas estanterías y que deben ser resueltas por un sólo juez. Lo mismo sucede en el ámbito social, donde las prejubilaciones, despidos y reclamaciones crecen como si de mala hierba se tratase.

¿Qué decir de lo Contencioso? Pues más de lo mismo. La Administración deja de ingresar recursos que necesita y los administrados a su vez, bien porque pidan un respiro o porque las entidades se retrasen, interponen recursos, que, reiteramos, aumentan de forma notable la ya más que hinchada situación judicial. Y tras esos papeles, las esperanzas y agobios de personas concretas.

Que nadie dude que los jueces, esas profesión tan desconocida y en muchas ocasiones injusta, muy injustamente denostada, cumpliremos con exceso. La crisis aviva un fuego, la Justicia no es ni mucho menos ajena al mismo. En lo que nos atañe intentaremos sacar, como reseña el dicho, las castañas de la lumbre, pero pedimos a quien corresponda que al menos nos surtan de guantes y herramientas adecuadas, si no, además de las castañas tendremos que recoger trozos de muralla, derribada por el aleteo de una negra mariposa llamada crisis económica.

* Magistrado