Grandes salones, música estridente, grandes pantallas de vídeo que muestran playas paradisíacas, vendedores colocados estratégicamente, llamadas que ofrecen "regalo seguro" sólo por asistir y respuestas para todo. El anzuelo está echado.

Las empresas de la mal llamada multipropiedad siguen todas el mismo librillo: Elegir un sitio, reservar un hotel con grandes salones y enviar cartas a personas elegidas por sus características económicas. Comienza la función.

Cuando entra la pareja --es obligatorio que vayan los dos-- se dan cuenta rápidamente de que todo está preparado. Y es que algunos se llevan a los niños para poder usarlos como excusa... y se encuentran con una guardería.

Una vez sentados en la mesa se inicia una peculiar batalla psicológica. El vendedor se da cuenta rápidamente de qué miembro de la pareja es más sensible a su oferta y ataca . Además, queda claro en pocos minutos que no hay salida. Que dices que cobras poco, en unos segundos te calculan un crédito a medida; que tienes problema con la fecha, te garantizan que podrás cambiarla; que no sabes si te conviene, te aseguran que en el momento que quieras podrás vender tu semana.

Las trabas llegan cuando al cliente se le ocurre comentar que prefiere esperar unos días. "Lo siento, pero es una oferta especial y tiene que ser hoy". La insistencia tampoco sirve para nada si se trata de conseguir algún número de contacto. "Los que toman decisiones son los que disfrutan más de la vida", señala el vendedor. "Los que tienen que considerar mucho las cosas no llegan muy lejos", insiste. La presión comienza a hacer su efecto cuando llega la pregunta definitiva: Usted, ¿cuánto podría pagar al mes?". El cliente ve una salida fácil y dice una cifra que considera irrisoria: "No sé, unos 60 euros al mes como mucho". El vendedor se inclina, hace unos garabatos sobre un papel... y ya está. Un crédito a medida para alquilar un piso en Mijas durante una semana de agosto para los próximos 50 años.

LLEGA EL ACUERDO

Han pasado dos horas pero se ha alcanzado un acuerdo y el cliente firma todos los papeles que le ponen por delante, algo aturdido tras tanto tiempo de música, charloteo incesante y ofertas especiales.

Al día siguiente llega a casa, orgulloso del acuerdo que ha logrado, hasta que comienza a leer el contrato que ha firmado. Se da cuenta de que no le garantizan que sea la misma semana todos los años. Y los gastos de mantenimiento, otro dineral añadido sobre el que no tiene control. Pero bueno, piensa, tengo diez días para anularlo.

Cuando llega el momento de llamar a la empresa se encuentra, en algunos casos, con una nueva sorpresa. "Le recordamos que nos firmó como garantía una letra de cambio en blanco y si no sigue adelante tendremos que hacerla efectiva". Pero a cambio le ofrecen una solución. Justo ese mismo día ha llamado un alemán para comprar dos semanas. O sea, que sólo tiene que comprar otra semana y luego vender las dos.

Quedan para una nueva reunión a la que el afectado acude convencido de que va a terminar con todo... y sale con una nueva semana comprada sin saber muy bien cómo ha sido. Y, como diría Garci, a volver a empezar.