Pablo Campos Palacín es responsable del Grupo de Investigación en Economía Ambiental del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC. Resalta que en muchas zonas de España, como algunas comarcas del norte de Extremadura, existe una vegetación "artificializada". A su juicio, las coníferas que se han plantado ocupan "una extensión mucho más allá de lo que daría su expansión natural". El problema se produce --aclara-- porque el clima mediterráneo trae consigo tormentas en el verano y a inicios del otoño "y, por tanto, el incendio es un fenómeno natural".

Esta situación ha conducido a que los costes que conlleva la lucha contra los incendios sean "desorbitados", superando "a escala nacional los 50 euros por hectárea de vegetación leñosa. No podemos seguir tirando el dinero de esta manera", incide Campos, para quien "se ha reforestado con especies, como el pino, que están destinadas a ser incendiadas de forma natural".

Campos defiende un cambio de política dirigida "a la fragmentación" y a "la reducción al mínimo de las plantaciones de coníferas". De esta forma, "cuando hubiese un incendio, se quemaría mucha menos superficie, porque no habría continuidad". Esto permitiría, además, "no tener que intervenir".

También aboga por recurrir a la ganadería extensiva como medio para que perduren los corredores de pastizales que mantendrían separadas las superficies de leñosas y por potenciar la dehesa --entre el 40% y el 60% de su superficie son pastizales.