Hay una extendida teoría cultural pop que asegura que los acontecimientos importantes ocurren en años acabados en 7. 1967: verano del amor. 1977: eclosión del punk. 1987: llegada del acid house. No existe nada similar para la historia política de la España contemporánea, al menos mínimamente conocida, pero ya que este tipo de tesis son bastante arbitrarias, aquí va una: cuando el último número es un 1, en este país ocurren cosas trascendentales. 1981: Adolfo Suárez dimite como presidente del Ejecutivo y ciertos militares dan un golpe de Estado que resulta fallido. 1991: Alfonso Guerra deja la vicepresidencia del Gobierno tras los casos de corrupción de su hermano Juan. El 2001: España entra en guerra en Afganistán.

Y el 2011: el fantasma de otra huelga general se cierne sobre el Gobierno; hay unas autonómicas y municipales en mayo que el PP enfoca como la primera vuelta de las generales y el PSOE, de forma oficial, como solo otros comicios, aunque su cúpula reconozca en privado que son mucho más que eso; José Luis Rodríguez Zapatero sigue alargando el culebrón de si se presentará o no en el 2012; Rajoy ya se ve al frente del Ejecutivo, y, por último, ETA se acerca a su fin.

Un fuerte primer plato

En el ámbito legislativo, donde habrá que ver si, ahora que Artur Mas es president, CiU se suma al PNV y Coalición Canaria (CC) como aliado del Ejecutivo, el 2011 comienza fuerte, con pensiones y el intento de reanimar en el Senado la ley Sinde --por la ministra--, que debe frenar las descargas en internet. La primera reforma puede traer consigo el segundo paro general de los sindicatos contra Zapatero en menos de medio año, y en la segunda, negociación mediante, es muy probable que los socialistas cuenten con el apoyo del PP.

También contarán con los conservadores, salvo sorpresas, en materia antiterrorista. Desde hace un tiempo, cada semana es la semana del comunicado de ETA, pero este sigue sin producirse. El Gobierno teme que la banda declare otra tregua indefinida y verificable, si bien sin el adjetivo unilateral para así pedir contrapartidas. En cualquier caso, el fin de ETA, que el Ejecutivo considera aún lejano, ha sido objeto de muchas conversaciones entre el PP y el PSOE, por un parte, y entre este y el PNV, por otra, y raro sería que los tres partidos no fuesen de la mano en este asunto. En el aire está, por ejemplo, que los herederos de Batasuna puedan concurrir a las elecciones locales, si bien resulta difícil tras la reforma pactada por socialistas y populares para endurecer la ley de partidos.

Y es aquí donde se llega al momento que más teme el PSOE y más anhela el PP. Mayo, autonómicas y municipales. Los de Mariano Rajoy tienen ante sí un estupendo panorama. Suben en las comunidades que ya gobiernan, pueden recuperar Aragón, mandar por fin en Castilla-La Mancha y dar un susto en Extremadura. Las andaluzas se celebran en el 2012, junto a las generales, y aquí también el PP acaricia la posibilidad de hacerse con la Junta por primera vez en la historia. Más: los conservadores confían en hacerse con las principales capitales de provincia, quedando Zaragoza como principal bastión del PSOE.

El cambio de piñón

En este contexto, Rajoy saltará a primera fila. "Esto es muy parecido al ciclismo --comentaba hace poco un importante diputado del PP--. La carrera está siendo larga y ha habido que proteger a nuestro líder, resguardarlo dentro del equipo para lanzarlo al final. Y el final comienza ahora". El presidente del PP iniciará en este trimestre una precampaña repleta de actos políticos y, a partir de ahí, ya no se detendrá.

Lo de Zapatero, metido en el rol de gobernante que se sacrifica para salvar a su país de la crisis, es otra cosa. No se trata solo de que algunos líderes regionales socialistas hayan dicho que no lo "necesitan" para su campaña (traducción: que no lo quieren), sino que los comicios pueden forzarle a adelantar las generales y anticipar su futuro. El dice que ya lo tiene decidido y que lo saben su mujer, Sonsoles Espinosa, y un miembro del partido. Lo dijo durante la copa navideña en la Moncloa, pero conviene tomárselo con reservas.