Están diseñados para ‘atrapar’ a nuevos clientes. «Son salas estandarizadas, sin ventanas, con asientos cómodos, consumiciones baratas, abiertas a todas horas, desde el desayuno, y huelen como a frambuesa, un olor acogedor que estimula al jugador», explica el antropólogo Alfonso Vázquez. «Entrar allí es evadirte por completo de la realidad, te alejas de tu vida, te succiona», afirma Carol G., psicóloga de profesión y portavoz del primer Movimiento Ciudadano contra las Casas de Apuestas en la región, que reúne a un grupo de madres de Badajoz preocupadas por la proliferación «descontrolada» de estos negocios.

«Somos apartidistas y lo que pedimos es más control y responsabilidad porque es un problema de salud pública. Nos preocupa que se esté fomentando el juego en lugar de la cultura y el ocio saludable; y lo peor de todo es que estamos normalizando este tipo de negocios en nuestros barrios y eso hace que integremos en nuestro día a día una forma de conducta que puede ser adictiva», explica.

Solo en la avenida Ricardo Carapeto, en el barrio pacense de San Roque, se cuenta un local de este tipo cada 300 metros. «Hay por lo menos seis en toda la calle y en todo Badajoz creo que son 18 en total». En Mérida, el auge de estos negocios se aprecia rápidamente también en La Antigua, otro de esos barrios obreros que acumula varios locales en la misma acera. «Aquí hay tres muy seguidas y muy cerca también de un colegio porque se hicieron antes de la nueva ley», explica Luis Valiente, presidente vecinal. «Es un tema que nos preocupa bastante porque hay familias que se están enganchando». «Hay que buscar una fórmula para acabar con estos negocios, confío en que sea una moda pasajera y vayan desapareciendo como ocurrió con las tiendas de compro oro, ojalá», prosigue.

La preocupación de los vecinos ha llevado a estas dos ciudades a protagonizar las últimas protestas en contra de estos negocios en auge. Sin embargo, en ambos casos apenas han reunido en la calle a medio centenar de personas, lejos del movimiento que empieza a haber en otras ciudades españolas.

«Activar al ciudadano en Extremadura es complicado», reconoce el antropólogo de la UEx. «La sociedad siempre suele reaccionar a destiempo cuando se produce este tipo de circunstancias que generan riesgo en la salud pública y personal», valora su compañero sociólogo Santiago Cambero. «En los años 70 en España cuando se empezaban a consumir las primeras drogas, sobre todo heroína, hasta que no se produjeron las primeras muertes no comenzó a gestarse un movimiento de protesta, especialmente de madres, y hubo una reacción social de la opinón pública».

Recuerda Cambero que esa protesta caló incluso en el Barómetro del CIS: las drogas eran una de las principales preocupaciones de la sociedad de aquella época. En 1988 la mitad de los encuestados situaron las drogas como el segundo problema del país, por detrás del desempleo. Por eso el sociólogo urge una mejor regulación de estos negocios y sobre todo insiste en la formación y la educación desde la infancia. «En las familias se tiene que hablar de este fenómeno que forma parte de los escenarios urbanistas como lo son bares o supermercados, que también venden alcochol, por ejemplo».