España, el más pequeño de los grandes de la Unión Europea (UE) de 15 miembros, quiere asegurarse un papel influyente y decisivo en la nueva Europa.

La salida del aislamiento

Los ocho años de Gobierno del PP provocaron una progresiva pérdida de influencia política de España en el seno de la UE, que arruinaron la alianza estratégica pacientemente construida con Alemania y Francia, motores de la integración europea. El proceso de declive se aceleró en los últimos años hasta dejar al país aislado.

El enfrentamiento abierto con Alemania y Francia durante la crisis de Irak, los planteamientos cada vez más nacionalistas del Gobierno del PP y la defensa numantina del reparto de votos de Niza dejó a España sin capacidad de negociación en la reforma institucional de la UE.

El nuevo escenario

El Tratado de Niza otorga a España casi el mismo poder en el Consejo de Ministros que a Alemania, que le dobla en población: 27 votos, frente a 29 de un total de 321 votos. El complejo sistema de reparto de votos de Niza está diseñado para favorecer las minorías de bloqueo, ya que permite bloquear cualquier decisión contando con sólo 90 votos, el 28% del total.

El sistema de doble mayoría de estados y población, incluido en el proyecto de Constitución, pretende fomentar las mayorías para facilitar la toma de decisiones en la UE. La propuesta inicial es que las decisiones se adopten por una mayoría de países que agrupe al menos al 60% de la población a partir del 2009. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero lo acepta, pero exige elevar el umbral al 66,66%.

La política cotidiana

A diferencia del PP, el Gobierno socialista no sólo quiere tener poder en el Consejo de Ministros de la UE sino también en el Parlamento Europeo. José María Aznar aceptó una subrepresentación de España en la Eurocámara a cambio de más votos en el Consejo de Ministros. Ante el creciente poder de decisión del Europarlamento, la opción elegida ha demostrado ser un grave error.