Si algo va a caracterizar, de manera central, el año que comienza, es la nueva voluntad imperial de los Estados Unidos. Lo nuevo no es el caracter de hiperpotencia militar única de Norteamérica; ya lo era desde la implosión de la Unión Soviética en el año 1991. No, lo nuevo es la arrogancia, el menosprecio, el descaro con los que la Administración de Bush se dirige ahora al mundo.

En el libro Bush en guerra, de conversaciones con el periodista Bob Woodward, el presidente afirma: "Estados Unidos está ahora en una posición extraordinaria. Somos los líderes, y un líder debe tener la facultad de actuar". El mundo se divide, según él, en dos campos: "Los que están con Estados Unidos, y los que están con los terroristas". No hay posición neutra posible, o distante. Nadie está fuera del juego. Y las Naciones Unidas no cuentan, por desgracia, para nada. Washington se reserva el derecho de calificar --o mas bien descalificar-- a cualquier adversario. Y ha establecido para ello una suerte de escalafón que va desde los estados del eje del mal (Irak, Irán, Corea del Norte) hasta los llamados estados gamberros (Siria, Libia, Somalia, Cuba, probablemente mañana la Venezuela de Chávez y quizá el Brasil de Lula, etcétera).

TABLERO MUNDIAL

En este tablero mundial tampoco hay aliados, contrariamente a lo que cree el famoso trío BAB (Blair-Aznar-Berlusconi). Ya que si una cosa nos enseña la historia es que un imperio no tiene aliados. Sólo tiene vasallos.

Desde el principio, es decir desde el 11 de septiembre del 2001, ya temíamos muchos de nosotros que estos odiosos atentados sirvieran de pretexto ideal a una administración paranoica y agresiva como la del presidente George W. Bush para relanzar una nueva guerra fría. El pequeño grupo de halcones de extrema derecha (Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, Rice, Rove, Perle, Feith, Bolton, Crouch) que rodea al presidente ha utilizado con un cinismo infinito el traumatismo social producido por los atentados para hacer avanzar todas las piezas del tablero en una ofensiva general contra todo lo que retarda el acceso de Estados Unidos a la posición de primer Imperio Planetario de la historia.

En todos los campos --derecho internacional, cuestiones ecológicas, comercio mundial, globalización liberal, defensa de Israel, crisis de Oriente Próximo, relaciones con China-- la administración norteamericana ha pasado al ataque sin miramientos de ningún tipo. Y no ha tenido reparos en exponer con claridad sus ambiciones, en un documento hecho público el 20 de septiembre del 2001 en el que se define la nueva estrategia de seguridad de Estados Unidos y en el que éstos se reconocen el dere-