La desolación de una casa arrasada por un explosivo con varios civiles muertos en su interior huele siempre igual: una mezcla de humo, sudor, polvo y aguas estancadas. Los hogares destruidos ayer por los explosivos que surgieron del polvorín del cuartel Al Rashid en Bagdad no son una excepción. Y tampoco lo son las lágrimas. Ni la ira. El dolor no conoce fronteras. Y de dolor empiezan ya a saber demasiado los bagdadís liberados de Sadam Husein.

´DAÑOS COLATERALES´

Llaman simpatía al fenómeno que se da cuando una explosión en un polvorín convierte la instalación en un infierno de explosiones sucesivas. Llaman los teóricos de las guerras inteligentes daños colaterales a lo que sólo tiene un nombre: muerte de civiles inocentes. Estaría bien que alguno de estos expertos bélicos le hubiera hablado ayer a Zamer Khasan sobre la simpatía y demás eufemismos. Khasan perdió, a las ocho de la mañana de ayer, a su padre, a su madre, a su mujer, a tres hijos y a otros cuatro de sus parientes.

Descompuesto, fuera de sí, Khasan se paseaba vociferando por las ruinas de lo que había sido su casa, pisoteando el gran charco de agua putrefacta que las tuberías reventadas crearon, cruzándose con un hombre con la camisa ensangrentada, abriéndose paso entre los cámaras de televisión ávidos de drama. "¡Maldigo a los norteamericanos! ¿Por qué tienen que mantener un depósito de armas donde hay población civil? Nos prometieron libertad y nos han traído bombas", gritaba. Qué bien, un titular.

MAS MUERTOS

En la casa de al lado murieron, según los vecinos, otras 10 personas. Entre las ruinas, una almohada humeante y libros. Tal vez tenía sentido que la calle se llamara Al Mohamilia, calle de los profesores. Enfrente, separadas por el charco de unos 10 metros, otras ruinas humeantes. Entre los escombros, un cuadro de la Virgen. Debían de ser cristianos. La mayoría, también muertos. En la calle paralela, algunos tuvieron más suerte. Un vecino mostraba un proyectil en el jardín de su casa que no explotó. En una casa cercana, los vecinos hablaban de cinco muertos. Perdón, seis. Una de las mujeres que murieron estaba embarazada.

MISILES FROG-7

"Creo que lo que ha caído era un misil FROG-7. De ahí la gran destrucción". Yaser Anwan, ingeniero militar veterano de la guerra Irán-Irak, seguramente acertó. Los estadounidenses reconocieron que en el inmenso polvorín de Al Rashid había este tipo de misiles de corto alcance. "Yo aconsejé a los militares que separaran los misiles del resto de la munición, y me contestaron que no tenían tiempo", añadió el ingeniero militar Anwan.

Ese era ayer el motivo de la rabia de todo el barrio de Al Zafrania, una zona mixta industrial y residencial con el cuartel de Al Rashid en su corazón. "Sadam es un criminal por haber creado un polvorín junto a nuestras casas. Pero Estados Unidos también lo es, por no haberlo trasladado", se decía ayer entre las ruinas. "Pedí a los militares que trasladaran el polvorín a otro lugar más seguro. Me lo prometieron, pero cada día me daban largas", dijo el mulá shií Abdul Kharim al Shemeri, uno de los líderes del barrio.

A 500 metros de las primeras casas del barrio, los vecinos muestran boquetes en el suelo donde dicen que los militares detonaban, enterrados bajo tierra, parte de los explosivos del polvorín. Solía ocurrir por las mañanas, a las ocho. Por eso ayer, hasta que no empezaron a caer los misiles sobre las casas, todo el mundo se creyó que era la misma historia de cada día.

DESTRUCCION DE ARMAS

El coronel Teabody negó ayer la destrucción de los explosivos. El oficial al mando de la custodia del polvorín afirmó que su unidad ha vigilado el almacén durante una semana y que no han detonado las armas. Desde Qatar, el Ejército de Estados Unidos afirmó que la ubicación del polvorín en una zona civil es otro ejemplo de la maldad del régimen de Sadam Husein. Ni una palabra referente al hecho de que Sadam Husein ya no manda en Irak desde hace más de dos semanas.

En una de las pocas paredes que quedaban en pie en la casa en la que a las ocho de la mañana de ayer murieron 10 personas de la misma familia, queda la huella impresa de una mano. Una palma roja, palma de sangre. Palma de lo más colateral.