A Francisco Javier Flores, un ganadero de 39 de años de Torremocha, le ha cogido todo en los últimos meses: ha sufrido la inmovilización de sus terneros con motivo las restricciones sanitarias por los brotes de lengua azul y está teniendo que hacer frente al sobrecoste que supone alimentar al ganado sólo con pienso por la escasez de comida natural en el campo debido a las pocas lluvias. "Este año llevo gastado el doble en pienso, paja y heno que el año pasado", explica.

Flores tiene una explotación mixta de ganado vacuno --48 vacas y 12 novillas--, porcino --26 cochinos de cebo-- y unas cuantas hectáreas de avena, cuya cosecha no destina a la venta sino para consumo del ganado. La sequía es el segundo problema al que se enfrente este año, pues las medidas sanitarias para controlar el brote de lengua azul le han impedido la venta desde noviembre de una veintena de terneros a cebaderos de Toledo, Huesca y Navarra, como suele hacer en años normales. "En esta zona nos ha pillado todo sin comerlo ni beberlo porque no ha habido ningún caso positivo (de lengua azul), sólo algunas ovejas en la zona de Almoharín" .

Situación preocupante

Con respecto a la falta de lluvias, asegura que "la situación no es dramática pero sí preocupante". A pesar de ser joven, lleva "desde los 16 o 17 años" en el campo y ya ha vivido situaciones parejas. "He visto muchos años como este. Fíjate, yo me incorporé al sector en el año 1995 y esos sí que fueron años de sequía". Flores cree que la situación, al menos para la ganadería, puede no ir a más si cae agua pronto. "Si llueve en el mes de febrero la cosa se arregla porque el sol calienta y la hierba sale rápido en las fechas en que estamos". Además, alega que "hay años en que no llueve nada hasta el mes de abril y luego lo hace y queda una primavera buena".

Pero el gasto extra que este año están teniendo que hacer los ganaderos ya es irrecuperable. "Si un año una vaca se come 500 kilos de pienso, este año ya llevamos 1.000 o más". Además, los ganaderos pequeños suelen tener los animales repartidos en varios lugares y la falta de alimento en el campo les obliga a trabajar más para atender a toda la cabaña y darla de comer.

En la mayoría de los casos, las tierras son arrendadas, por lo que los ganaderos están pagando una renta y "los animales no están comiendo". Dos ejemplos claros de que la situación no es la normal es que las vacas se aglomeran alrededor de los comederos casi todo el día, cuando lo habitual es que pastaran en extensivo por el campo, y que las naves que almacenan la paja están casi vacías. "Tengo la nave tiritando", explica Francisco Javier Flores.

Si las lluvias pueden amortiguar el golpe en la ganadería, Flores piensa que la situación en los cereales de invierno es muy complicada. "Los cereales sí que se pueden dar por perdidos porque aunque llueva en abril ya no es lo mismo". En muchos casos, el cereal no levanta dos palmos del suelo, si es que ha nacido, cuando a estas alturas tendría que tener una altura de dos palmos.

Francisco Javier Flores mira con resignación al pasado reciente. Un año, las vacas locas . Otro, la lengua azul y la sequía. "Esto del campo es así y enseguida la gente se pone nerviosa. Toda la vida ha sido así", concluye.