Tan esperada era la visita y tantas ganas había de enseñarle las instalaciones, que cuando la ministra de Ciencia e Innovación llegó, la comitiva de políticos, asesores, investigadores, fotógrafos y cámaras de televisión estuvo a punto de entrar con ella al aseo. "¡Si me disculpan...", masculló entre sorprendida y divertida ante el sonrojo y el alborozo colectivo de todo el grupo, que no se percató de que Cristina Garmendia se dirigía al excusado hasta que no la vieron con el pomo en la mano y la puerta ya entreabierta.

Eso fue lo primero que la ministra conoció del Centro de Cirugía de Mínima Invasión Jesús Usón de Cáceres, los servicios, lo más convencional de un complejo que terminó definiendo como "referente mundial" de la I+D+i. Era la primera vez que pisaba ese suelo. "El antiguo edificio sí lo conocía", recordó enseguida a Francisco Miguel Sánchez y a Miguel Usón, director científico y director de la fundación del CCMI, respectivamente. Ellos hicieron de guías. Primero por la zona más mundana: el auditorio, las salas de traducción, el control de televisión, el sistema de manejo del centenar de cámaras que hay repartidas por todo el edificio... "Este es el centro más desarrollado a nivel tecnológico, de España y Europa. Estos dispositivos no los hay ni en su ministerio", "no hay ningún centro con estos recursos. ¡A ver si los incluís en el ministerio!", o "todo el mundo viene a copiarnos. Pero no hay que hacer 17 centros. Con este vale y que vengan todos aquí a formarse. El ministerio no debe permitir que se hagan otros iguales", fueron algunos de los mensajes que Usón fue espetando espontáneamente a Garmendia mientras el profesor Sánchez asumía la parte más formal de las explicaciones.

"Es espectacular", "impresionante" o "¡qué barbaridad!", correspondió por su parte la ministra, que se interesó por las patentes desarrolladas por el CCMI, por conocer qué tecnología era española y por palpar órganos humanos plastinizados --una técnica de conservación consistente en la sustitución de líquidos (agua y lípidos) por resina o silicona, lo que permite preservar mejor el color y la textura--. También accedió a dos quirófanos donde los investigadores realizaban pruebas quirúrgicas con microcámaras a dos cerdos --en uno habían reproducido un aneurisma similar al que sufren los seres humanos--. Y se mostró especialmente atenta a las líneas de trabajo que se están realizando sobre terapia celular aplicada a enfermedades cardiovasculares.

"Es difícil trasladar con palabras la impresión que me llevo. Este centro es uno de los símbolos de cómo tiene que construirse la ciencia. Si algo simboliza es el triángulo del conocimiento: investigación, formación e innovación, incluyendo el eje del emprendizaje ; en un ámbito donde España tiene un liderazgo: la biomedicina y la salud", manifestó Garmendia al término del recorrido, cuando se congratuló de lo invertido por el Gobierno en su construcción y equipamiento --unos 10 millones de euros-- y se comprometió a trabajar de la mano de la Junta de Extremadura para que "se convierta en el éxito y referente internacional que merece ser".

Garmendia lamentó el poco tiempo disponible para conocer con mayor profundidad el CCMI. "Hay que venir otra vez y dedicar un día entero", llegó a comentar junto a la sala de TAC. Y para que no se olvidara de esa promesa ni de las necesidades del centro --"cuesta mucho trabajo y mucho dinero", apuntó la vicepresidenta segunda y consejera de Economía de la Junta, Dolores Aguilar-- se llevó en su mejilla izquierda un cándido beso de Jesús Usón, agradecido por las palabras que la ministra dejó selladas en el libro de visitantes ilustres del centro.