Hubo que esperar casi tres horas y media para verlo. Nadie sabía cuándo lo harían, pero todos estaban al tanto de que los actores presentes en el debate sobre Irak no pasarían por el Congreso sin dejar rastro. Ya cundía el nerviosismo --el debate casi acababa y allí no había pasado nada--, cuando Aznar dijo la palabra mágica: "Pegatina". Saltaron los 29 y se abrieron el pecho para lucir sus camisetas blancas con el "No a la guerra" escrito en rojo. Está claro que habían estado esperando el pie . Al fin y al cabo son actores.

En cambio, hubo que esperar poco, apenas tres minutos, para que la tribuna de invitados quedara limpia de elementos subversivos . Los ujieres, muy eficaces y educados a decir de los expulsados, desalojaron a los revoltosos. Ya en la calle, Vicente Gisbert resumió el debate: "Si esto fuera un teatro, el público pediría el dinero de la entrada". Lo dicho, actores.

No tan educados, aunque también muy eficaces, fueron los policías encargados de la seguridad del Congreso. Especialmente los destinados a la puerta de invitados, que ayer estaban en "huelga de celo no declarada", según Juan Echanove. Los agentes se tomaron muy en serio su trabajo y buscaron con ahínco entre las prendas de los artistas antes de permitirles la entrada. Qué buscaban nadie lo sabe, aunque los actores sospechan que algo tendrían que ver las palabras de la ministra Del Castillo, que identificó a los cómicos como "el brazo armado de la oposición". Armas, que se sepa, no llevaban. Pero en la operación cacheo los policías se incautaron de una peligrosa pancarta.