La decisión de la banda terrorista ETA de anunciar una tregua "permanente" no se corresponde con un impulso repentino, sino que es fruto de un proceso de maduración, en el que han jugado varios factores. Todos ellos coincidentes en una conclusión: una organización armada de carácter minoritario no puede obtener la victoria sobre un Estado democrático. El primero de esos factores fue el rechazo del plan Ibarretxe por el Congreso. La inmensa mayoría de los representantes democráticos se negaron a aceptar un proyecto que iba contra las normas básicas del juego constitucional. Es decir, ni la acción de todos los nacionalistas, apoyándose en el argumento de la pacificación, pudo quebrar la convicción de los partidos mayoritarios. Los otros, la actuación de la policía y la judicatura. Ahora resta que se convenzan de que no hay negociación política a cambio de sangre.