El 19 de octubre de 1971, la médica Truus Postma-Van Boven, de Leeuwarden (Holanda), acabó con el sufrimiento y la vida de su madre enferma, a expresa petición de ésta, con una dosis de 200 miligramos de morfina.

El 21 de febrero de 1973, el juez la condenó a una semana de prisión condicional y dictó ciertas normas a tener en cuenta por los médicos a la hora de provocar la muerte por compasión: el paciente debe sufrir una enfermedad incurable, debe haber un sufrimiento físico o psíquico insoportable, el paciente debe estar en una fase terminal y haber pedido explícitamente que se acabe con sus sufrimiento.

La condena y las pautas dictadas por el tribunal provocaron el primer gran debate público en Holanda sobre la eutanasia, un debate que no cesaría nunca y que, 30 años después, el 1 de abril del 2002, llevó al pequeño país a legalizar la eutanasia. Fue una primicia en el mundo, aunque Holanda ya había ido regularizando poco a poco la eutanasia en los años previos.

En el resto de Europa, el debate público es más reciente, como en España, donde apenas se había discutido abiertamente sobre la eutanasia hasta que se hizo notorio el caso del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro. Tal vez por ello es imposible llegar a una legislación única europea sobre un asunto tan controvertido y sensible.

Bélgica fue el primero en seguir el ejemplo de Holanda, apenas dos meses después. La semana pasada, Francia anunció que legislará sobre el tema, sobre todo para dar cobertura legal a la eutanasia pasiva. En Gran Bretaña, Alemania e Italia, la eutanasia comporta penas de cárcel.