Una variación de dos grados de temperatura puede parecer poca cosa. En un mismo día, la oscilación térmica (la diferencia entre la máxima y la mínima) en la región puede llegar a multiplicar por diez esa cifra. Pero cuando se habla de temperaturas medias anuales, dos grados más son muchos grados, y esa es aproximadamente la subida de las temperaturas máximas que en promedio se puede llegar a alcanzar en la región en el horizonte del 2040 si el cambio climático sigue evolucionando al ritmo actual. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha publicado recientemente unas proyecciones climáticas para este siglo regionalizadas, que en el caso extremeño pronostican para esa fecha significativos aumentos de los días cálidos y un incremento también en la duración tanto de las olas de calor como de los periodos de seguía, un patrón que se va intensificando conforme avance la centuria.

«Cuando hablamos de que hemos tenido un mayo muy caluroso, de que ha sido un mes horrible por el calor, a lo mejor se ha estado dos grados por encima de un mayo medio», pone a modo de ejemplo Manuel Lara, portavoz adjunto de la Delegación Territorial en Extremadura de la Aemet, para ilustrar la magnitud de este aumento. Que una media suba de esta forma supone que «son muchos días por encima de ella, y eso es percibido rápidamente por la población», apostilla.

Estas proyecciones climáticas regionalizadas se obtienen a partir de las previsiones globales, a las que se aplican técnicas que permiten obtener resultados a menor escala. Estos modelos son parecidos a los pronósticos meteorológicos que se hacen a corto plazo, precisa Lara, pero teniendo en cuenta también otras variables que para predicciones más cercanas no son importantes pero sí cuando se está hablando a décadas vista. Entre otras, se considera «la química de la atmósfera», un factor que depende directamente de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto obliga a plantear diferentes escenarios para la evolución del clima, «porque no sabemos cuánto CO2 va a haber dentro de 20 años, dependerá de lo que emitamos».

A pesar de esta y de otras incertidumbres a las que está sujeto cualquier vaticinio a medio o largo plazo, todos los modelos recogidos por la Aemet coinciden en la tendencia hacia un mayor calentamiento, solo que en unos casos «lo acentuán más y en otros lo atenúan». Así, para el 2040 las previsiones no auguran únicamente unas temperaturas medias máximas más elevadas en Extremadura, también subirán las mínimas, mientras que la cifra de los días cálidos que habrá a lo largo del año —cuando la temperatura máxima es superior al percentil 90 del periodo de referencia— tendrá un incremento de entre el 10% y el 15%.

En cuanto a las precipitaciones, no siguen un patrón tan claro. «En general, más temperatura implica que la atmósfera es capaz de retener más agua en su seno», indica Lara. Lo que no está tan claro es en qué espacio geográfico acabará cayendo. La propensión, eso sí, «es a que la lluvia se concentre, por lo que el riesgo de que se produzcan daños es mayor». Eso se traduce, además, en que se harán más duraderos los periodos secos.

También habrá olas de calor más prolongadas. En dos décadas, la más larga del año puede ser entre cinco y diez días más extensa que la que se registra ahora, lo que previsiblemente acentuará la morbilidad y la mortalidad en estos periodos, especialmente entre quienes sufren patologías previas o en los segmentos de edad más vulnerables, como ancianos y niños.

IMPACTO EN LA BIODIVERSIDAD / En el 2011 se publicó el estudio Impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático de la biodiversidad española, que coordinó Ángel Felicísimo, catedrático de Ingeniería Cartográfica, Geodesia y Fotogrametría de la Universidad de Extremadura. En él se analizaban los posibles efectos del cambio climático sobre los principales componentes vegetales de los ecosistemas. Este trabajo contemplaba que la subida de temperaturas generales, especialmente significativa en el cuadrante suroeste peninsular y más agudizada en los meses de verano, causaría una reducción general de la superficie climáticamente adecuada para casi todos los taxones analizados. Entre los árboles cuya evolución se consideraba más preocupante estaban los dos paradigmáticos de la dehesa: el alcornoque y la encina.

Para el primero de ellos los modelos aplicados prevén una reducción drástica en sus lugares actuales, llegando a desaparecer a mediados de siglo de la región. «La diversidad vegetal en Extremadura lo va a pasar mal. Posiblemente, dentro de 30 o 40 años, si esto sigue así, habrá zonas donde los árboles no podrán aguantar. Sobre todo los alcornoques, que son menos resistentes a la aridez en verano», esgrime Ángel Felicísimo. Y los cambios en la vegetación de un ecosistema afectarán necesariamente también a la fauna que los habita.

Si bien este doctor en Biología reconoce que proyectar hacia el futuro «es una cosa muy arriesgada» añade a continuación que «se elija o el modelo que se elija» todos van en la misma dirección y que entre ellos solo cambia la velocidad a la que los cambios se desarrollan. De hecho, explica que para el trabajo que coordinó se manejaron varios modelos y que de ellos el «menos benigno» es el que hasta ahora está «prevaleciendo».

Las primeras estimaciones apuntan a que el 2018 fue probablemente el cuarto año más cálido en la Tierra desde 1850. La temperatura media global fue más fría que en 2015, 2016 y 2017, pero más cálida que cualquier año observado antes del primero de ellos. «Seguimos teniendo unas temperaturas globales escandalosamente altas y no parece que haya ninguna actuación política para reducir esto», lamenta.