Noelia no para. Respira la misma inquietud que sus compañeros. Programa una lavadora, pasa revista a los dormitorios, ojea las cortinas, no quiere que nada esté fuera de sí. Ataviada con el uniforme rojizo que lucen todos, la joven bromea con sus dotes de gobernanta. Todos ríen. La complicidad entre ellos es evidente. No necesitan rodear una mesa para saber qué papel cumple cada uno. Conoce la tarea que tiene asignada y llevan dedicándole semanas a perfilarla. Amanda es psicóloga, Almudena y Nuria son educadoras sociales, María Eugenia y Francisco son trabajadores sociales, Francis y Mariano son los ordenanzas, Francisco el otro monitor, Granada es abogada y Fernando el contable. Emilio los coordina, es una suerte de padre para una familia que paradójicamente espera la llegada de otras tantas.

Entre nerviosismo e impaciencia aguardan a los nuevos inquilinos del centro de refugiados de Mérida, que ha reabierto sus puertas hace unas semanas tras siete años sin actividad. La «falta de recursos» obligó a la Comisión de ayuda al refugiado (CEAR), la organización que entonces dirigía el espacio, a echar el cierre después de diez años en los que dio cobijo a asilados de más de 60 países. Ahora la Junta ha invertido 20.000 euros para acomodar las instalaciones y es Cruz Roja la encargada de gestionar el edificio que pertenece a la iglesia evangélica. Este diario visita las instalaciones ya a punto y a escasos días de recibir sus primeros huéspedes.

Según confirman a este diario fuentes de Cruz Roja, serán veinte los refugiados -once menores- que llegarán el jueves a Extremadura. Aterrizan en Madrid y viajarán a la región para instalarse en la capital autonómica. Todos proceden del conflicto sirio y pertenecen a los cupos de Grecia, Italia y Turquía. La particularidad de este caso es que son los primeros sirios que se instalarán en la provincia de Badajoz. Hasta el momento, las 16 personas que han llegado a Extremadura por políticas de reubicación desde que entró en vigor el acuerdo europeo de acogida en 2015, se han instalado en Navalmoral de la Mata y Cáceres -Accem y Cepaim han sido las organizaciones encargadas de gestionar su traslado-.

Con la llegada de este nuevo contingente, serán 36 los asilados sirios que residirán en Extremadura a falta de cuatro meses para que expire el convenio por el que España acordó dar cobijo a 17.000 personas -15.000 con políticas de reubicación y 1.400 con políticas de reasentamiento-. El reparto por comunidades calculaba que la región acogería a alrededor de 350 personas. A pesar de la presión de organizaciones internacionales a nivel regional y de la Junta para agilizar los procesos de acogida -el gobierno central es el único que asume las competencias de asilo-, la realidad es que en un año y medio Extremadura apenas ha completado el 10% de sus compromisos.

Según detalla Emilio Romero, responsable de la gestión del centro, pasarán estos primeros seis meses en las dependencias del centro de Suárez Somonte y la previsión es que tras ese periodo se instalen en pisos supervisados otros seis meses. «El propósito último es que sean autónomos», destaca Emilio mientras muestra la sala de ocio y el patio. El centro con capacidad para 30 personas reparte sus 400 metros en nueve habitaciones que con esmero han dispuesto los trabajadores de Cruz Roja -con cuna incluida para quien lo requiera-.

Hay lo que habría en cualquier casa. Aparte del mobiliario necesario, destacan detalles en la decoración o los objetos que hacen que el espacio deje de ser un albergue aséptico y se convierta en un «hogar». «Queremos que sea lo más humano posible, la idea es que se sientan en casa», sostiene. En ese sentido, apunta que cuando lleguen, dispondrán de todos los recursos del centro para hacer uso de ellos. Los menores ya están inscritos para ser escolarizados al día siguiente de su llegada y los adultos recibirán atención psicológica y serán asesorados legalmente para formalizar su situación.

INTEGRACIÓN // Uno de los pilares que el centro fomentará con los refugiados para que consigan la plena integración una vez que abandonen el centro es el idioma. Por el momento, un traductor se encargará de conectar a los doce empleados con las familias, pero el objetivo es desarrollar las competencias de castellano para que una vez que puedan comunicarse con la fluidez necesaria. De manera paralela, los trabajadores sociales y los educadores guiarán a las familias para gestionar trámites y a que conozcan el entorno en el que más tarde van a desarrollar su vida «independiente».

Ahora los doce nombres de Cruz Roja tienen sus intereses focalizados en la llegada de las familias sirias esta semana, pero Romero añade su interés en aumentar las posibilidades de acogida en la región hasta cuarenta plazas más. Apostilla que ya han mantenido conversaciones con la federación de municipios para buscar alternativas de asilo y reconoce la labor de organismos como el Ayuntamiento de Mérida y de la Junta, que a través de Aexcid ha convertido a Extremadura en una pionera en el desarrollo de propuestas para instar al gobierno central a garantizar que los números se cumplan. Por el momento, los doce compañeros responden con vocación unánime y entre las conversaciones de espera en el aula citan La buena mentira, una película sobre un refugiado con una moraleja necesaria de apertura de miras.