La estigmatización que la gran crisis trajo aparejada para el sector de la construcción supuso también un importante declive para la formación en este campo en sus tres vertientes: la formación profesional reglada, la ocupacional (para parados) y la continua (para personas con un empleo). En el caso de la FP reglada, la que enseña especialidades vinculadas a la construcción «está bajo mínimos. En el futuro va haber un problema gordo porque se van a necesitar trabajadores formados en esos puestos», sostiene Pedro Pérez Francés, gerente de la Fundación Laboral de la Construcción en Extremadura. Al contrario de lo que sucede en otras áreas como las de «comercio, informática o instalaciones, la FP de construcción va decreciendo, no hay gente que quiera hacerla».

En esta misma línea, en la formación ocupacional «la oferta es muy baja, no hay entidades especializadas en construcción porque no hay demanda y no sale rentable hacerla. No pueden convocarse cursos de albañilería o fontanería porque no hay entidades que los hagan, salvo alguna escuela taller perdida y nosotros», apostilla. Y en cuanto a la continua, Pérez Francés puntualiza que este sector está acusando, como otros, la normativa que en el 2015 cambió las condiciones en las que puede impartirse. «Salen planes formativos para trabajadores en activo, para que aumente su productividad, con el dinero que han pagado las empresas para esta finalidad, pero como hay una ley que dice que no se puede presentar ninguna entidad a más del 15% del plan, en construcción llevamos ya dos años que han sacado cien mil euros, nos hemos presentado nosotros, nos han dado 15.000, y eso es todo lo que se ha hecho de formación de reciclaje de profesionales de construcción en Extremadura», detalla.

La formación en estas capacidades tiene que hacer frente además a un hándicap añadido: un elevado coste que dificulta su rentabilidad. Un certificado de profesionalidad de albañilería, de los de 400 horas, supone unos 2.000 euros de coste real por persona entre profesorado, materiales y amortización de los equipos, que suele hacerse en unos cinco años. Para quince alumnos, la cantidad se va así a los 30.000 euros, a lo que hay que sumar «que tienes que invertir unos 20.000 o 30.000 euros en equipación para que te homologuen. Y luego el curso saldrá o no. Como no hay expectativa de amortización de estas inversiones, nadie se da de alta salvo quienes tenemos por principio esa finalidad», remacha.