A una veintena de términos municipales de la comunidad extremeña han llegado en cuatro años máquinas de la memoria histórica . Han removido las tierras de fincas particulares, espacios anexos a los cementerios, cunetas... Bajo ellas se han recuperado en estos años restos de medio centenar de extremeños represaliados durante la Guerra Civil y enterrados en fosas comunes. Hijos, padres, hermanos, tíos... de otros cientos de extremeños que han visto cumplido su deseo de encontrar a sus seres queridos. En otras ocasiones tan solo se han encontrado indicios de los enterramientos, pero no restos completos; y en otras, nada.

"Pero abrir una fosa y no encontrar restos no se debe interpretar como un fracaso, pues estamos documentando una desaparición", señala Cayetano Ibarra, coordinador del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura.

Se abren fosas allá donde se suponen con seguridad, por testimonios directos o indicios razonables, que hubo enterramientos "y prácticamente en todos los casos, aunque no encontremos restos, se prueba su existencia por otros claros indicios, como esquirlas, casquillos...". Tan solo en una de las intervenciones, en Guareña, donde se realizó la excavación en una zona de trincheras,,"no se halló nada, pero tenemos la hipótesis de que fue así porque los testigos no acertaron con el lugar exacto".

Una a una, Cayetano Ibarra repasa las fosas que desde el 2004 y hasta la fecha han abierto en la región. No necesita papeles, las tiene grabadas en la memoria, como también lo que se encontró en cada una de ellas.

Las más importantes, en cuanto a recuperación de restos se refiere, se localizan en Llerena. En dos fosas contiguas se recuperaron 40 cadáveres totalmente individualizados, "pero como había pocos reclamantes se les enterró a todos en un mausoleo identificados cada uno con sus nombres completos".

La de Salvatierra la destaca Ibarra por un detalle para él emotivo. "Un vecino que quería recuperar los restos de su padre valló la zona donde suponía estaba enterrado para preservarla hasta que llegáramos, y al abrir la fosa se encontraron los restos de cuatro fusilados". Los de seis hombres se recuperaron en la fosa abierta en Pozuelo de Zarzón, y de dos en la fosa común de Villar del Rey, donde se buscaban seis. "Los dos cuerpos encontrados presentaban algunas mutilaciones realizadas por animales, y además se encontraron algunos restos no pertenecientes a ellos, por lo que suponemos que fueron atacados por las alimañas". También se han encontrado restos en una fosa de Calamonte, en este caso una amalgama de huesos humanos imposibles de individualizar; lo mismo que ocurrió en la mina de Alburquerque, "donde había restos de vecinos de esta localidad, San Vicente de Alcántara y Villar de Rey, y como era imposible individualizarlos familiares y ayuntamientos llegaron al acuerdo de incinerarlos y en cada localidad llevantar un memorial para depositar una parte de las cenizas".

Indicios claros de enterramientos, aunque no restos, se encontraron en las fosas abiertas en Mirandilla (casquillos de fusiles y pistolas); Talarrubias (la pierna ortopédica de uno de los fusilados en el lugar, al que aún hay testigos que recuerdan); La Gargüera, donde se abrió la fosa donde se presuponía enterrado el alcalde de Barrado "y no se encontraron sus restos, pero sí pruebas claras de que su cuerpo había sido sacado"; Aceuchal, de cuya fosa parece ser que un enterrador sacó en los años 50 o 60 los restos y los tiró al osario del cementerio, lo que se presupone ocurrió también en las fosas comunes de Mérida, donde debería haber numerosos cuerpos y solo se han hallado esquirlas de huesos y un torso" .