Con Carmen la adaptación fue más fácil; con María, dos años después, costó un poco más, pero de la llegada a España de las dos Francisco Cidoncha guarda un recuerdo «maravilloso». «Cuando vienes con ellas se te olvida todo lo que has ido pasando», asegura. «El viaje es algo que ya preparas con una ilusión increíble», añade.

Nacidas las dos en China, Carmen vino al mundo en el 2000 y fueron a por ella un año más tarde, «con 16 o 17 meses». A María la recogieron en el 2004, con dos años. «Teníamos ganas de tener hijos y vimos que adoptar era una buena opción», explica. Él y su mujer Carmen Buzo consideraron primero la posibilidad de hacerlo en España pero, ante las «dificultades» que suponía, se decantaron finalmente por irse al extranjero. Eran unos años en los que aún no había llegado a la región el boom de las adopciones internacionales. En el 2000 se prohijaron en la región solo a 37 menores de otros países; en el 2001 la cifra ascendió a 47; y en el 2002 a 71. De hecho, indica, su hija Carmen fue «casi de las primeras» en venir a Extremadura y la primera en hacerlo a Almendralejo, la localidad en la que residen.

De ella recuerda «que en cuanto nos vio se nos echó en los brazos. Y la sonrisa que tenía ya no se le quitó de la cara. Desde el primer momento fue como si nos conociera de toda la vida». Cuando les llamaron para traer a María, señala, «habían cambiado de sistema y, en vez de tener a todos los críos en el orfanato, contrataban a familias chinas que, a cambio de dinero, los cuidaban hasta que los adoptasen». Eso, precisa, hace algo más complicada la adaptación, por el apego que se genera hacia ellos en los menores. «Hasta entonces sus padres han sido ellos, son quienes les han cuidado», arguye. En cualquier caso, aunque la primera semana de convivencia con María «fue bastante difícil, todo el día con lágrimas en los ojos», la siguiente fue ya «un encanto».

Aún hizo Francisco un tercer viaje a China. Fue meses después y para saber más tanto de los orfanatos donde habían estado las niñas como de la familia que había cuidado de la pequeña de ellas. «Antes de que pasara más tiempo, quería conocer a esa mujer que había querido tanto a mi hija y mi hija tanto a ella», rememora. «No me dejaron estar mucho con ella, pero estuve un ratito hablando con la mujer», añade. Información que quería tener para dársela a las niñas en el futuro y con la vista puesta sobre todo en el día en que ellas quieran viajar al país asiático, algo que, indica, las menores ya están empezando a pedir. «Quizás vayamos al año próximo o al otro», anticipa.

Conocen bien sus orígenes

«Desde el primer día ellas saben toda su historia, dónde las encontraron o quién las encontró», resalta Francisco, que subraya además que las niñas «hablan con respeto de sus padres biológicos». Con la política de hijo único aún en vigor, aduce, sus madres naturales «se la jugaron para llevarlas a la puerta del orfanato para que las recogiesen, porque ellas no podían tenerlas. Eso también es quererlas», afirma, si bien recalca que «ahora sus padres somos nosotros, somos sus padres de corazón. Nosotros no las hemos parido pero las tenemos en el corazón y es algo que ellas tienen muy claro»

Actualmente, Carmen y María tienen ya 16 y 14 años, respectivamente. Su adaptación ha sido «genial», tanto a la ciudad como a la familia. Francisco tiene otros dos hijos de un matrimonio anterior, de 28 y 30 años y que en su momento recibieron «encantados» a sus hermanas. «Puedo decir tranquilamente que no hay ninguna diferencia entre unos y otros. Para mí, son iguales», concluye.